-Acción- Me digo a mi mismo. Estoy
solo en mi habitación, la cámara está grabando y soy el único
actor. Quiero hacer una lectura de una de mis poesías, que suene
profunda, que guste, que alguien se emocione al escucharme. Aquello
que se dice, “que llegue”. Sudo, me pongo nervioso, a pesar de
ser el único imbécil en la sala, me pongo a sudar como si estuviera
a punto de recitar mi poema delante de una audiencia incontable, un
estadio tal vez. Maldita inseguridad. Hace frío, es de noche y pleno
invierno, así que salgo a refrescarme y a ver si se me seca el
sudor. Con suerte no pillo un resfriado. Pienso en dejarlo, estar
frente a la cámara no es para mí, yo soy más de estar detrás, de
maquinar en las sombras, de escribir las ideas, de contar cosas sin
estar presente y así evitar el juicio directo. Que sean olvidadas si
fueron malas y que solo me lleguen los “Ey, leí tu relato, está
muy bien”, sin que pueda ver las caras atónitas de aquellos que
opinaron que el mismo relato era un montón de palabras masticadas,
tragadas, bañadas en jugos gástricos y vomitadas. Delante de la
cámara me siento expuesto, desnudo, pero lo tengo que hacer, aunque
sea solo por romper ese miedo. Entro en mi habitación, y empiezo.
Intento recitar de memoria, pero no
me lo sé lo suficientemente bien. Pienso demasiado entre versos, y
se escuchan los “eee” y “mmm” que evidencian que estoy
pasándolas putas para recordar la mierda que yo mismo he escrito.
Aun así llego hasta el final, y pienso que no hay nada que la
edición de vídeo no pueda solucionar. Y una mierda. Tras recitarlo
un par de veces ante las cámaras veo lo grabado y esta todo mal. Y
cuando digo todo mal es todo mal. El tono de voz, la interpretación,
los espacios entre palabras, las respiraciones exageradas. A la
mierda. Lo borro todo sin pestañear y vuelvo a plantar la cámara en
el trípode. Grabo. Pero esta vez leo directamente. Mi interpretación
es ridícula de todos modos, así que no se forma ningún sentido en
mi cabeza que me diga que es buena idea interpretarlo como intentando
transmitir algo mediante mi lenguaje corporal. Así que decido leer
recordando los recitales de Bukowski, y dejar la interpretación para
las imaginaciones de los que decidan darle al play y mirarme. Lo
importante es que lleguen las palabras de forma clara y concisa a los
oídos de los posibles espectadores. Así que simplemente adopto un
tono de voz claro y alto, y leo pausadamente. Repito el proceso unas
cuantas veces y me olvido del sudor frío de mis axilas.
Bueno, ahora esta mejor, aunque aun
me da cosa verme, me pone nervioso, me molesta pensar que tal vez se
vea ridículo a ojos de terceros, pero me da igual, está decidido.
Meto los archivos en el ordenador, limpio la voz y lo visualizo, una
vez, y otra... y unos cuantos meses después consigo vencer la
inseguridad, al menos un poco, y subirlo a la red dispuesto a recibir
los golpes, y los halagos. Aquí lo tienen:
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