viernes, 5 de abril de 2024

LA MEJOR HAMBURGUESA QUE HE SERVIDO EN MI VIDA

 Otro día más, otro día de la marmota más. Entro a las 5 de la tarde y ya hace un calor abrasador. Te piden buena presencia e higiene, pero la primera tarea es “engalanar” la terraza para la noche. Entrecomillo engalanar porque básicamente lo que hacemos es colocar más mesas donde durante el día hay hamacas. Al sol de agosto de las cinco de la tarde, como cualquiera puede adivinar, estoy sudando como un cerdo a los cinco minutos. Cinco, cinco, cinco. Soy un genio del neuromárketing. A está hora quedan muy pocos clientes y se puede aprovechar para limpiar las mesas, hacer desaparecer toda cubertería y cristalería de plástico para dar paso a los vasos de verdad. Aquellos que añaden un montón de peso a tu bandeja como las jarras de cerveza de asa. Es un horario muy inglés, comen sobre las doce y para las cinco, pasada su primera borrachera, suben a su habitación en el hotel para ducharse y prepararse para una cena sobre las seis y media y una posterior segunda borrachera. 


 Estoy limpiando las mesas, retirando platos de cartón de aquellos clientes a los que les pilló hambre después de la comida pero antes de la cena. La normativa del hotel lo indica claramente, se puede pedir “comida” en el bar hasta las seis de la tarde. Entrecomillo comida porque esa basura plasticosa que viene en paquetes de plástico congelados y metemos en el hornillo durante 10 minutos antes de servirlo no puede llamarse comida. Aunque lo barnices de ketchup. Voy entrando vasos de plástico reutilizables al ofis, vacío su contenido en la pica y los meto en los racks para el lavavajillas. Que raro, la pica se ha vuelto a atascar y está hasta arriba de un líquido de color marrón en el que flotan infinidad de rodajas de limón y pajitas de plástico. Cuando tengo todas las mesas colocadas y despejadas es el turno de la limpieza. Pasar la bayeta. Una pasadita de bayeta, y mesa limpia. No importa si la mesa está pringosa de cubatas o sangría derramados o incluso helado de chocolate. La bayeta da para todas las mesas, no hay tiempo de volver al ofis a limpiarla después de cada mesa. Dejo las mesas de abajo de los pinos para el final, porque esas no fallan, esas están siempre llenas de mierdas de pájaro. 


  Encargándose de la barra está Iván. Iván es el chaval de la plantilla. Diecinueve años y una educación que sale de lo normal. Algo tímido, siempre sonríe a todos los clientes, nunca alza la voz más de lo necesario, siempre es atento con todo el mundo y jamás le he escuchado rechistar ni quejarse. Deporte habitual entre los que llevamos aquí varios años. Iván es de esas personas de las que absolutamente nadie puede decir una sola cosa mala. No es arrogante, no es cabezón, es buen compañero, no habla demasiado, no molesta. Bueno, a mi si me molesta un poco una cosa de este chaval. Se toma el trabajo demasiado en serio. Aplica las dosis de bebidas solicitadas por la directiva al milímetro, nunca toma una sola cerveza en el trabajo, intenta conseguir la máxima rentabilidad para la empresa. Más o menos lo contrario a lo que hago yo. De hecho, cuando aparece el clásico cliente alcohólico dispuesto a reventar la pulsera del todo incluido, de esos que desayuna cerveza y come con gintonic, yo me lo tomo como un reto personal y durante las noches le sirvo las copas con ochenta por ciento de licor y veinte de refresco. Ese tipo de cliente, a esas horas de la noche, no siente que sepa mal una bebida de estas proporciones, y eso que servimos garrafón. Pero mi reto es conseguir que al día siguiente por la mañana pida agua. Y creedme que más de una vez lo he conseguido.


  Iván está despachando gente en la barra con tranquilidad, no hay gran cosa a esta hora. Pasan cinco minutos de las 6 y saca la que es la última comanda de comida que se había pedido hace unos diez minutos. Entonces el siguiente cliente ve la hamburguesa con aspecto de chancla perdida en la playa y la pide:

  • I want one of this -  Quiero una de esas balbucea

  • Perdón, pero es que ya pasan las seis, y la hora de la comida… - se dispone a explicarle mi compañero

  • ¡Qué te he dicho que me pongas una de esas! -  sobra decir que la conversación entera se sucede en inglés, pero no un inglés británico sofisticado, sino más bien un inglés como el que hablan los de la serie Misfits. O más bien como los de la película Tyrannosaur, de Paddy Considine. No sé de qué parte de Inglaterra viene.  

  • Señor, lo siento mucho pero es que después de las 6 no servimos… -  contesta Iván en un tono educado pero con síntomas de nerviosismo en su voz

  • ¡Qué te jodan! ¡Te he dicho que me sirvas una hamburguesa y me la vas a servir! 


Inmediatamente Iván agacha la cabeza y se dirige al ofis, donde está el congelador de la “comida” y el horno. 

  • No se la irás a poner -  le digo incrédulo tras ver la reacción del cliente. 

 Iván no me contesta y se va directo a encender el horno y mete una hamburguesa a pesar de sus manos temblorosas. Son diez minutos. Mientras yo sigo a lo mío en el ofis, entre tragos de cerveza voy limpiando vasos, cortando limones y preparando el pase de la noche. No pasan ni cinco minutos, que Iván vuelve y mira el horno. 

  • ¿Está la hamburguesa? - me pregunta

  • Todavía no, yo la controlo. Déjame que la saque yo. 

Sigo un poco con mis tareas hasta que suena la campanilla. Saco la hamburguesa y la veo abierta en el plato. Me pregunto ¿Qué le hago?. Mi primera idea es escupirle, pero eso es demasiado poco. Hay que ser justo, y un escupitajo se lo llevó la semana pasada una señora que me pidió que sonriera tres o cuatro veces en una hora, y al rato fue a quejarse a la recepción de que no sonreía. Supongo que el hecho de que el camarero esté pasando un mal día le jode las vacaciones a ella. Un moco se lo puse a un tipo que se me plantaba delante cuando iba con la bandeja cargada hasta los topes y casi me hace perder el equilibrio de esta varias veces. Hay que ser justo, éste hombre se merece más. Éste hombre merece el correctivo más severo de la historia. O al menos de mi historia.  Esta gente que viene aquí y creen que pueden hablarnos como si fuéramos sus esclavos merecen todo el peso de la justicia divina. ¡Ah, ya sé! Llamo a Iván para que lo vea todo. En cuanto asoma, cojo la hamburguesa con la mano y la restriego por el suelo negro de mierda del ofis. 

  • Nooo -  aparta la vista Iván

  • Espera espera - le digo

 Me quedo mirando la hamburguesa. El paseíto por el suelo pisoteado y lleno de líquidos derramados no me parece suficiente. Entonces se me enciende la bombilla. Veo el trozo de tela a cuadros azules y blancos. La bayeta. Esa misma bayeta con la que limpié todas las mesas de la terraza, incluidas las mierdas de pájaro. Bonus, tiene una punta tocando el líquido inmundo de la pica. La agarro con celeridad, y la exprimo encima de la hamburguesa. 


  • ¡Tío! ¿¡Y si enferma!? - exclama Iván nervioso

Me giro sonriente, le miro a los ojos fijamente y le respondo:

  • Eso sería el mayor éxito posible

  • Voy a hacer como que no he visto nada - acaba diciéndome Iván y abandona el Ofis tras lo que me parece ser una arcada. 

  • Si enferma siempre podemos decir que es de tajarse a muerte a diario -  le digo, aunque creo que ya no me escucha pues ha salido del ofis. 

Agarro el plato con la hamburguesa “aliñada”. Entrecomillo aliñada porque… Bueno, supongo que no hace falta que lo explique. Me planto en la mesa del cliente, sonrío como nunca, y le doy la hamburguesa con los botes de ketchup y mayonesa. Disimuladamente observo todo el proceso. Veo que le echa salsa en abundancia. Una ventaja, extra de disimulo para el aliño extra que le añadí yo. Está a punto de hacerse justicia. Actúo sin pedir nada a cambio y sin que nadie se entere. Soy Batman. Bueno, no, mejor no, que es un multimillonario asqueroso que en lugar de invertir su fortuna en proyectos sociales para bajar los índices de criminalidad de Gotham city se dedica a inventar batcacharros para apalear a los más desfavorecidos de la ciudad. Más bien soy Spiderman. Pobre y perdedor, pero con un gran sentido de la justicia. 


 Se zampa la hamburguesa como si no hubiera comido en días y cuando ha terminado me acerco a la mesa. De nuevo con mi mejor sonrisa y mi inglés formal le pregunto: 

  • ¿Estaba buena la hamburguesa? 

  • Si, muy buena -  me responde con una sonrisa socarrona al creer que le estoy tratando bien para que se le quite el enfado, pobre iluso. 


Fin de la historia. Estoy contento, una vez más se ha hecho justicia. Pero no me puedo despedir sin daros el consejo del día, como en las series de dibujos de los ochenta. Nunca tratéis mal a quien os va a dar de comer. Bueno, no seáis capullos y no tratéis mal a nadie, pero especialmente a quien os da de comer.



miércoles, 27 de marzo de 2024

El Xilófono

 Abro los ojos. Estoy tumbado, boca arriba y el cielo parece ser una hoguera humeante de nubes negras sobre fondo naranja intenso. Pocos segundos pasan hasta que en mi campo de visión penetra una calavera que me mira y sonríe simpáticamente. No me preguntéis cómo sé que sonríe una calavera, pero lo sé. El esqueleto que tengo al lado sonríe. Sostiene en las manos unos mazos de percusión que me enseña y al bajarlos empieza una alegre melodía que contrasta con un dolor insoportable que siento en el pecho. 


 Miro a mi alrededor, el paisaje baila jubiloso al son de la música causada por los golpes de los mazos de percusión. Un sonido semejante a un xilófono de esos metálicos, como el que teníamos en el colegio de primaria, envuelve a los árboles ondulantes, a los animales que parecen estar en periodo de descomposición mientras bailan en parejas y a los esqueletos humanoides que forman una dinámica coreografía. Todo junto parece una divertida fiesta infernal que contrasta con el dolor que siento en mi pecho cada vez que suena una nota. Hago un esfuerzo por levantar la mirada y me hago consciente del horror. Estoy abierto en canal y mis costillas desnudas son lo que causa la alegre melodía al ser golpeadas con los mazos por el esqueleto feliz. Cada una de mis costillas, a modo de teclas de un xilófono generan una nota distinta, y a la vez, un dolor insoportable en mi pecho 


  Sigue. No sé el tiempo que ha pasado. Una eternidad, tal vez dos. Recuerdo que caí en moto, imagino que de la caída acabé aquí. En este infierno. Tal vez cada uno de nosotros tiene un castigo diferente reservado para después de la vida, y el mío es soportar un dolor constante en el pecho mientras seres de ultratumba bailotean a mi alrededor celebrando mi sufrimiento. Solo queda poner en práctica lo aprendido de meditación en mis clases de yoga y resignarme. No hay nada que hacer, el dolor está ahí, lo acepto, lo ignoro, y me entrego. Estoy muerto. Resignación.  


  Abro los ojos, no veo un carajo. Está oscuro. Respiro profundamente y me duelen las costillas. La buena noticia, al menos para mí, es que estoy vivo. Podría no estarlo. Ya hace más de tres meses desde la caída en moto y todavía me duelen las costillas al respirar. Voy a poner en práctica la resignación meditativa, a ver si vuelvo a dormir. Mañana será otro día en el que acudiré al trabajo soportando el dolor y la falta de sueño que éste me provoca. Pero la buena noticia es que estoy vivo.




viernes, 8 de enero de 2021

CONTAGIO MASIVO DE SCREENSHOTS

 

“Detectan un brote con 61 enfermos en una residencia de Mallorca ya vacunada” reza el titular. Titular de una noticia de la “prensa seria”. Una captura de pantalla hecha por alguien que abrió la noticia desde el teléfono móvil (se nota por el formato de la noticia) se vuelve la herramienta perfecta para los antivacunas, conspiranoicos negacionistas de gatillo fácil ansiosos por ofrecer pruebas de aquello en lo que creen fervientemente. Entiéndase por gatillo fácil, apretar el botón de compartir muy rápidamente. La vacuna resulta ser inútil, y lo dice “La Vanguardia”, un periódico serio, de esos que solo dicen mentiras cuando a ellos les interesa, pero ahora que desvirtúa la vacuna, ahora sí, ahora dice la verdad. Los antivacunas, esos que suelen ser los mismos que creen que hay una conspiración judeo/masónica detrás de cada estallido social, o que las últimas elecciones de Estados Unidos estuvieron amañadas (pero las anteriores no), o, incluso, que la tierra es plana o hueca según sople el viento, están que no caben en sí mismos de gozo. Pero veamos la noticia. 


Al entrar en la noticia se puede leer que no desvirtúa tanto a la vacuna. De hecho la propia noticia explica que es esperable que suceda en algunos casos, si el brote del virus aparece antes, o en los días inmediatamente posteriores a la vacuna, puesto que la vacuna tarda unos días en conseguir la inmunidad total. De hecho, la noticia en sí dice literalmente: El Govern balear ha afirmado que la aparición de este brote "entra dentro de la normalidad" porque el proceso de inmunización es progresivo y la inmunidad total no se adquiere hasta una semana después de que se administre la segunda dosis.” Pero claro, para ver eso hay que entrar en la noticia, y para eso, puesto que da la casualidad que en este caso ninguno de estos antivacunas comparte la captura junto al enlace, pues tienes que teclear el titular en google y leer la noticia entera. Que se tarda como unos dos minutos. Demasiado trabajo. Es más gratificante escandalizar gratuitamente a todos tus contactos en facebook e Instagram, incluido a todos aquellos que ignoraban siempre tus publicaciones procedentes de webs con una url parecida laverdadesaqui.blogspot.com, compartiendo una noticia de la “prensa seria”, aparentemente ya seducida por el clickbait. Así se hace viral, como el virus, se contagia a través de todas las pantallas de los móviles que comprobamos cada dos por tres, este screenshot que sin ser información falsa, es desinformación al ser información incompleta. Y los que argumentan de manera totalmente acientífica en contra de las vacunas, tienen un nuevo argumento, que solo se convierte en válido cuando no nos tomamos el tiempo de ahondar un poco en lo que vemos. Cosa peligrosa, cuando la mayoría de nosotros no nos tomamos el tiempo, ya sea porque no lo tenemos o porque no lo queremos gastar así, de ahondar en la infinita cantidad de informaciones que nos llegan a las pantallas. Y aquí no quiero iniciar el debate de vacunas si o vacunas no. Lo que quiero remarcar es la dudosa calidad y rigurosidad de la información que algunos predican con convicción utilizando las redes sociales cual megáfono.


Bienvenidos a la era del clickbait. Entendamos ya que en la era del clickbait es más importante para cualquier medio conseguir tráfico para poder pedir más dinero a sus anunciantes, que contar una noticia verídica, o útil, o relevante. El periodismo de hoy se basa en eso, en conseguir visitas, ya no en informar. No sé si es a causa de la estupidización de la gente que ya no se digna a dedicar unos minutos a leer un contenido, o de la sobreinformación, o del capitalismo que todo lo pervierte en pro de un beneficio económico para los accionistas de la empresa… lo que sea. El caso es que vivimos en la era del clickbait y hay que ser conscientes de ellos para no dejarnos llevar hacia el caos por aquellos que solo piensan en conseguir tu click.


Aquí la noticia: https://www.lavanguardia.com/vida/salud/20210104/6165644/detectan-brote-61-enfermos-residencia-mallorca-vacunada.html



viernes, 30 de agosto de 2019

PONTE EL CINTURÓN


En la década de los cuarenta, el industrial norteamericano Preston Tucker, intentó revolucionar la industria del automóvil añadiendo el concepto de seguridad en los coches para usuarios y con ello el cinturón. Invento que heredaba de la industria de la aviación de guerra. Su empresa quebró, pero el concepto de seguridad perduró en la industria automovilística. Más adelante, en 1959, el sueco Nils Bohlin, ingeniero de volvo, retomó el concepto y se comercializó por fin el coche con cinturón de seguridad. Sin embargo, no es hasta 1985 el momento en el que se establece la obligatoriedad el uso del cinturón de seguridad en todos los conductores en el territorio español. Y gracias a esta serie de acontecimientos, estoy vivo. 

 Es verano, han caído cuatro gotas, y voy con unos cuantos kilómetros por hora demás. Soy imbécil. La traicionera película de barro que queda sobre la carretera me atrapa, el coche empieza a culear, se me va en la curva e intento corregir. Piso el freno, error. Doy un volantazo en la dirección opuesta, error. El coche sale disparado a más velocidad que la que llevaba antes de la frenada. O eso me parece a mí. Noto una sacudida, después siento que soy unos gallumbos en el interior de una lavadora durante el centrifugado, pierdo mis gafas y, finalmente, el coche se para.

 Respiro hondo. Compruebo que no me duele nada, y pienso que a lo mejor no ha sido para tanto. Iluso de mí. Salgo del coche y veo que le falta una rueda trasera, un par de cristales rotos, y las chapas dobladas. Se me ocurre intentar arrancarlo y lo único que obtengo es una humareda blanca que sale del motor. Lo apago y salgo rápidamente. Por suerte la humareda cesa en seguida. Aparecen dos personas, me preguntan si estoy bien, y luego si he tomado éxtasis. ¿Qué clase de pregunta es esa en esta situación? No lo he probado en mi vida. Me dicen que me he dado un buen golpe y se van. Como si necesitara que me lo digan. Luego aparece una señora, tiene pinta de alemana, y ella sí que se preocupa seriamente por mi. Va vestida de uniforme de algún hotel o rent a car, y me dice que ha escuchado el estruendo desde su casa mientras se preparaba para ir al trabajo. Le explico que estoy bien, pero que me siento desorientado porque no tengo las gafas y no veo una mierda. Me pregunta que si tengo muchas dioptrías y sin más palabras se va hacia su casa. 

En ese momento me siento un poco desamparado y no sé muy bien qué hacer, la incomodidad de no ver y los nervios no me dejan pensar con claridad. Por un minuto rompo en llanto y tengo pena por el coche, Seat Alhambra del 98, que había comprado hace apenas dos años a una amiga, al que tantas horas le había dedicado otro amigo para dejarlo impecable y con el que tenía buenos planes de viaje. Pero realmente el llanto es más por pensar lo cerca que he estado de la muerte, y lo imbécil que he sido. Si, le temo a la muerte, y mucho. Un poco después aparece un ibicenco simpático en moto y se para para preguntar: 
- ¿Qué ha pasado? 
-  He perdido el control - le digo 
- ¿Perdona? - me dice incrédulo bajándose de la moto - ¿Tú ibas en ese coche? 
-  Si - respondo.
 El chico me señala a mi con el dedo índice, y luego hace lo mismo con el coche, vuelve a señalarme con la mirada fija en aquello que señala, y de nuevo al coche. 
- ¿Tú has salido de ese coche ahora mismo? - dice sin salir de su asombro 
- Si - repito 
- ¡Caray! - exclama - ¡Dios te ama! - dice riendo como si se alegrara de estar en el lugar donde ha acontecido un milagro. 

 Puede ser. Siempre he pensado que un Dios omnisciente y omnipotente no necesita de la adoración, ni siquiera de la creencia en él, para que te ame. Un ser que necesita que le adoren y le muestren reconocimiento constante sin ser cuestionado para reafirmarse en su postura, es un ser inseguro y ególatra. Y la egolatría y la inseguridad son defectos de seres humanos, no de un dios. 

 Le explico al hombre lo de las gafas y se pone a ayudarme a buscarlas por el suelo, cosa que le hace ver los restos del accidente, así que va reconstruyendo los hechos. Tras salir de la carretera golpeo con la rueda de atrás contra un poste de teléfono. Una tirada de suerte hace que golpee en la rueda y no en otro lugar que podría haber dañado más al coche, y por lo tanto a mi mismo. El coche sale disparado dando una vuelta sobre sí mismo de como doscientos grados, otra tirada de suerte ha puesto gran cantidad de matas que deben frenar el movimiento al que está sometido mi vehículo, que acaba metido dentro de un torrente mirando en la dirección opuesta a la que conducía. La robustez y tamaño del coche evitan que me golpee la cabeza. El cinturón me ha salvado de no correr la misma suerte que mis gafas, que deben haber volado por la ventanilla abierta y no las conseguimos encontrar. Lo que sí encontramos es la rueda, con parte del eje, arrancada de cuajo de la estructura del coche. Está tirada unos cuantos metros más allá y el chico me ayuda a meterla en el maletero del coche. En ese momento reaparece la señora alemana con unas gafas que no son las mías. 
- Pruébatelas, a ver si te ayudan - me dice. Me las pongo y veo sorprendentemente bien. Al parecer la mujer es tan miope como yo. Puedo hasta leer el nombre de la chapa que lleva del uniforme. Suzanne. Tal vez sea inglesa. Le digo que cuando se las devuelvo, pero me dice que me las puedo quedar, que ella ya no las usa. Me deben ver mejor cara, y me dejan, con semblante tranquilo. Yo también estoy más tranquilo y llamo a la grúa por fin. 

Durante la espera reaparece la señora, ya en coche, dirección a un trabajo al que debe estar llegando tarde. Le doy las gracias por enésima vez. Entonces aparece el tonto de turno, que sin preguntarme ni como estoy, lo único que hace es pillar la matrícula de mi coche y pedirme el número informándome de que no tiene internet porque he roto algo en el poste y que eso lo tendrá que pagar mi seguro. Aparece una grúa, le hago señales con la mano para que pare, puesto que el coche dentro del torrente no se ve desde la carretera. El hombre, cuando se para, ve que no es mi coche al que le han mandado a recoger, y me dice que cien metros más adelante hay alguien en la misma situación que yo. Espero un buen rato más, y finalmente aparece la grúa de mi seguro. De ella bajan dos señores muy amables que sacan sin mucha dificultad el coche del torrente. Me informan de que eso no tiene arreglo y no vale la pena llevarlo al taller. Se lo llevan para desguace, y a mi me dejan en mi casa. Me entero después, de que ese día estuvieron hasta las dos de la madrugada recogiendo vehículos salidos de la carretera. Caen cuatro gotas y los conductores parecemos subnormales ineptos al volante. 

 Quitando el moretón en el brazo y en el estómago causados por el cinturón de seguridad, estoy ileso. Con la sensación de que he bailado un vals con la muerte, que está acechando en cada esquina y hoy ha decidido perdonarme para recordarme que ella está siempre presente. Mirando cada uno de nuestros movimientos. Y hoy le tengo más miedo a la muerte que ayer, pero digo yo que será normal cuando el miedo a la muerte es lo que nos mantiene vivos. Pero estoy ileso y tengo que dar gracias a Dios, Preston Tucker y Nils Bohlin.


domingo, 25 de agosto de 2019

HARRY POTTER Y EL MACHISMO PATRIARCAL


(Si tienes un bonito recuerdo de infancia relacionado con las aventuras de un entrañable mago adolescente llamado Harry Potter, mejor no sigas leyendo.)

 La señora Dursley sirve té mientras el Señor Dursley lee el periódico. La señora Weasley está siempre metida en la cocina satisfaciendo a todos los que la rodean, teniendo siempre preparada la comida para sus hijos y marido cuando llegan del trabajo. Cuando hay una fiesta nadie ayuda a la señora Weasley con la limpieza hasta que llega de Francia Fleur. Otra mujer tiene que venir desde Francia para que alguien ayude a la señora Weasley con la limpieza del horno, que por cierto, lo limpian de un golpe de varita mágica. De verdad, ¿ni a base de magia ningún hombre puede ayudar a limpiar un horno en la casa de los Weasley? Fleur le sirve vino a Bill, su futuro marido, mientras éste habla de cosas importantes o, directamente, sale de la habitación para no molestarle cuando éste habla con Harry. Porque claro, Bill y Harry son dos hombres que tienen conversaciones importantes y relevantes para el futuro, y su presencia femenina les molesta. Siguiendo con Fleur, resulta ser la única mujer participante en el torneo de los tres magos, compitiendo con Harry y otros dos chicos, y ella es la única que se retira porque no puede soportar la presión. Porque claro, los tres chicos son más valientes y más capaces que ella. Y eso que estamos hablando de magia, joder, no de pulsos. Malfoy, otro que tal, hablando de sus malvados planes con sus amigotes que se ríen con él, mientras una chica, puramente decorativa de la que no recuerdo su nombre, le acaricia el pelo sin decir ni una palabra durante la conversación. Tonks sufriendo por amor mientras los mortífagos se hacen con el control de la sociedad, y recuperando la alegría al iniciar una relación con Lupin, a pesar de estar en plena dictadura Voldemort. Porque claro, una mujer solo es feliz cuando está al lado de un hombre, y el destino del mundo le importa un carajo.

 A todo esto le añadimos las relaciones tóxicas y los tópicos psicológicos. Chow Chang loca de celos por Hermione, sin ser capaz de entender que Harry y ella solo son amigos. Por cierto, una Hermione, que pretendiendo ser el personaje femenino más correcto, explica con total normalidad a Harry que las chicas son unas locas inestables y que hay que hablarles como si fueran a saltarte a la yugular en cualquier momento porque sino se enfadan y la culpa es tuya por no entenderlas. Y Ron, regalándole el libro de “como entender a las mujeres” a Harry. Como si las mujeres fueran un robot de cocina con manual de instrucciones. Volviendo a Hermione, es la única de los tres personajes protagonistas que se preocupa por su físico, aprovechando la magia para reducirse el tamaño de los dientes, porque claro, ella es la chica. Además de pasarse la saga entera lloriqueando mientras sus dos compañeros se enfrentan valientemente a las adversidades, a pesar de haber demostrado estar más capacitada que ellos para hacer magia. Siguiendo con Hermione, Ron y las relaciones tóxicas: Siete tochos de libros peleándose, ignorándose, hablándose mal y faltándose al respeto el uno al otro para acabar enamorados porque, claro, todos sabemos que eso es el verdadero amor. Que los que se pelean se desean. No vayamos a implementar relaciones sanas y respetuosas en el imaginario de los más jóvenes.

 Una mención excepcional a la profesora McGonaggall, tal vez el único personaje femenino que no necesita ser rescatado, que pelea con valentía y que demuestra fortaleza. Aún así, siempre una segundona en comparación con el maravilloso Dumbledor.

 Yo me lo perdí en su día y, recientemente, he decidido prestarle cierta atención al mítico personaje que marcó toda una generación. Gracias a los audiolibros, he conseguido meterme en la totalidad de las aventuras del mago mientras trabajaba en otras cosas, y me ha sorprendido, y mucho, lo machista que puede llegar a ser sin quererlo. Y no me sorprendería si fuera una novela de los años cincuenta, pero duele ver que que entre el siglo XX y el XXI, una persona sea capaz de plasmar un machismo tal que a veces de la impresión de estar leyendo una novela ambientada a principios de siglo. Quisiera remarcar que todo lo aquí citado, es lo que recuerdo después de haber escuchado las siete entregas, y seguro que olvido muchos ejemplos pues han pasado varios meses desde que empezara a escuchar la primera. Y me genera cierta tensión recordar como nos lo recomendaban los profesores del instituto cuando era la novedad.

lunes, 12 de agosto de 2019

MAÑANA

Las sábanas revueltas, 
la cabellera suelta, 
un beso, una caricia,     tu olor. 
Un día cualquiera, 
¿Y si la felicidad cupiera? ¿Y si no sufrieras?
Deja atrás el dolor. 

Te doy la mano, 
tu a mi un abrazo, 
el llanto es pasado, 
y el ahora es nuestro, cubierto de co2. 
Disfrutemos de nuestros cuerpos perfectos
envueltos de esperpentos perversos
 que se pasean por lo muerto
 y lo destruyen todo,
a cambio de un puñado de oro. 

Y a nuestro alrededor no queda nada, 
pero estamos tu y yo, lo tenemos todo.
Vivamos el día, 
como si se estuvieran derritiendo los polos. 
Besémonos con pasión, 
comos si se estuvieran secando los pozos. 
Hagamos el amor, 
como si se fuera a acabar todo. 
Amémonos como si no hubiera mañana, 
porque tal vez…   
       

                                  no lo haya.



viernes, 19 de julio de 2019

BUSCA TU LUZ

Brilla en el cielo la luna, 
que el solsticio de verano acuna, 
pasan los minutos, las horas, 
surfeando con Cronos las olas, 
aparto la oscuridad del pensamiento, 
amanece en mi mente,  
bajo las estrellas del firmamento, 
me alejo de la muerte, 
porque respiro… respiro…

Respiro y me digo: 
¡Sale el sol!
Y no importa la hora, 
¡Sale el sol!
Lo que importa es ahora, 
y que corran ríos de tinta, 
para dar voz al instinto,
del despertar creativo, 
del espíritu de un servidor. 

Da igual la hora que sea, 
no dejes que te posea, 
Ella, la destructora. 
Ella, la oscuridad. 
Ella, la seductora. 
           Ella, la mortal.

porque da igual la hora que sea, 
da igual lo oscura que sea la noche, 
Usa la linterna de Diógenes, 
que te guíe hacia la iluminación 
de tu pensamiento, 
encuentra el descontento, 
haz las paces con ello. 
Y vuelve a dejar el río fluir, 
sin jamás huir
del espejo que te reta, 
a ser mejor cada día, 
de todas esas metas, 
Que te llevarán alegría. 
Sólo hay una vida, 
y es deber:

Ser mejor cada día.