Sufro un bloqueo,
no sé qué escribir,
sufro un bloqueo.
Cuando no sé qué escribir y
escribo, simplemente no escribo nada, sino que solo gasto hojas de
papel y tinta por el hecho de escribir. Porque escribo. Porque quiero
ser escritor y no me puedo permitir no escribir aunque no sepa sobre
qué. Porque me propuse, además de algún que otro proyecto a parte
algo más ambicioso, escribir una entrada mensual en el blog, como
mínimo. Por eso escribo, aunque no tenga ni idea de el que escribir.
No esperes ninguna reflexión profunda
al final de este texto, tampoco ninguna entretenida historia de
acción. Esto que tienes en frente es tan interesante como los
prospectos en el dorso de los botes de champú. Tal vez llegues al
final si lo estás leyendo desde el móvil mientras cagas. Son
palabras vacías. Pero escribo.
Escribo preguntándome por qué
escribo tras tanto fracaso acumulado a mis espaldas, escribo
preguntándome por qué no escribo más o por qué sigo. Y escribo
preguntándome por qué no se me ocurre nada sobre lo que escribir.
Tal vez la edad acorte la imaginación, tal vez sea la frustración
de las cuarenta y ocho horas semanales, tal vez sean lo castigadas
que tengo las neuronas, tal vez sea el amor que vuela a mi alrededor
y me hace visitas inesperadas que revuelven mi mente. Tal vez sea la
sensación de vanidad del existir de todos los que vivimos como si
fuéramos lo más importante del universo cuando no somos nada más
que simples seres nacidos de una casualidad cósmica.
El caso es que, no sé de lo que
escribir, pero escribo.
Pequeña muestra de exposición fotográfica |
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