Desde luego, vivimos en una sociedad injusta. Permitir que un hombre como yo, que tanto ha hecho por ella, viva así, es lo opuesto a justicia. Me niegan cualquier tipo de prestación por jubilación porque, dicen, que no he trabajado nunca. El banco me embargó la casa por no pagar el préstamo. Un préstamo que solicité para pagarme comida y bebida. Un préstamo que, con los años, se hizo mas y mas grande. Pero viejo como soy, y sin experiencia previa, no he sido capaz de encontrar trabajo. Ahora solo me queda tambalearme por las callejas por las que solía detener a los villanos de la ciudad. Pedir alguna limosna, algo que me de para un mendrugo de pan y un poco de vino. Con eso tengo que conformarme. "Una limosna para un superhéroe". "Una monedita para quien os salvó de un accidente nuclear en el 84". "Una ayudita por haber detenido el tren descarrilado a punto de precipitarse al vacío en el 91". Así lo pido, creo que me merezco esas monedas, pero la mayoría de la gente parece ser que no lo ve así, porque no me suelen dar ni unos míseros céntimos. Además mi popularidad se ha visto menguada por culpa de los secretos de Estado. Los putos secretos de Estado. Mis mejores hazañas nunca salieron a la luz, sé muchas cosas que no sabe Assange. Y tal vez todo sería diferente si se supieran, tal vez la gente me admiraría. Pero amenazaron a mi familia cual villano si lo contaba.
Hoy es una noche fría, por lo que hago lo que suelo hacer en las noches frías. Ir a algún bar barato e invertir unas monedas en una cerveza. Paso allí toda la noche, hasta que cierra el bar, en compañía de la misma cerveza. Mas tiempo dentro del bar, es menos tiempo en la calle arriesgándome a pillar una hipotermia.
- Esta sociedad es injusta. - Le digo al camarero mientras doy el primer trago.
- ¿Otra vez con lo mismo, Hormiguita? - Me llaman Hormiguita de manera burlesca. Yo hace años que no me presento con mi verdadero nombre, siempre digo que soy Antman. Al principio me molestaba que se burlaran de mi, luego me resigné, ahora me estoy acostumbrando. Soy Hormiguita, no mas Antman.
- Pero es que... ¿Cómo va a ser esto? ¿Cómo es posible que yo esté en la calle?
- Si trabajaras como yo no estarías así. No creas que yo lo hago por gusto. Pero las horas aquí aguantando a los borrachos me pagan el techo.
- Lo he intentado, no creas que no, cuando vi que mis superpoderes menguaban intenté trabajar. ¿Pero, quién iba a contratar a un cuarentón sin experiencia?
- Pues haber empezado antes. - Me dice el camarero fríamente.
- Pero a ver, ¿Te crees que ser un superhéroe te deja tiempo para algo mas? Entonces la gente era generosa conmigo. Aceptaba donaciones y vivía de ellas. De la voluntad a cambio de salvar vidas. En veinte años acudí a la Antseñal proyectada en el cielo al instante, sin faltar ni una sola vez. Siempre acudía para atrapar a los villanos. Daba igual cuán descabellada fuera la misión que me pedían, y me la pedían porque era el único capaz de salvar a los ciudadanos. Y sin embargo mírame ahora. Soy una miserable rata de ciudad. Así me tratan...
Fallé una vez y empezaron las críticas. Fallé dos y ya era un sinvergüenza que había abandonado a la ciudad dejándola en manos de los villanos. Gracias, medios de comunicación. Ya no se si el camarero me escucha, pero yo sigo hablando, necesito hablar.
- ¿Sabes? A menudo pienso que me he equivocado de bando. Debería haberme unido al Duende Rojo y atracar bancos, en lugar de evitar que sean atracados. Total, es lo que ellos harían por mi. Evité tres atracos y salvé la vida del director de la entidad bancaria que me concedió el préstamo otras tantas, y nadie se apiadó de mí cuando me embargaron la casa por impago. Y me pregunto yo: ¿Quién es el villano? Tal vez el concepto que nos inculcan de bien y mal, correcto y no correcto, esté bastante distorsionado. Tal vez es todo una estrategia de un sistema que quiere que pensemos así para perpetuarse eternamente.
Apoyo el codo en la barra y la cabeza en mi puño y me echo una cabezadita disimulada. No quiero que el camarero me eche de allí tan pronto. Un truco que aprendí en mis días de colegio, antes de que me mordiera una hormiga radiactiva y me convirtiera en Antman. Mi cabeza empieza a proyectar sueños, sueños, que en realidad son recuerdos del pasado. Esta vez el Dr. Mortis está asaltando el ayuntamiento con su súperarmadura que lanza rayos de plasma ultradescructores. Ni las armas del ejército lo pueden detener. Nada lo puede detener. Hasta que aparezco yo. Con mi piel acorazada y mi fuerza proporcional a la de una hormiga, le paro los pies. Y desearía dormir siempre para seguir viviendo esa época. Mi época dorada. Pero el camarero me despierta y me echa del bar porque tienen que cerrar. Me echan de todos lados. Soy un individuo inútil para ésta sociedad. Con lo imprescindible que había llegado a ser.
En la calle veo la Antseñal proyectada en el cielo. Se ve que en el departamento de policía aun tienen la esperanza de que aparezca alguien que me releve. Pero no es tan fácil relevar a Antman. Rebusco en mis bolsillos y encuentro mi vieja máscara representando una hormiga. La contemplo unos segundos. La tiro a la basura. Apenas puedo caminar sin cojear, sería inútil enfrascarme en la captura de un nuevo supervillano. Voy a buscar un lugar donde refugiarme para pasar la noche. Tal vez el interior de un cajero automático. Al fin y al cabo me lo deben.
IMAGEN 1: XMO GRAPHIC ARTIST: http://xmcreative.blogspot.com/
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