sábado, 24 de enero de 2015

PERSIGUIENDO UN SUEÑO


  Johnny era un joven de familia campesina al que siempre le había sabido a poco la vida en el campo. Acabada la educación básica, dejó de estudiar, a pesar de sus buenas notas, porque le suponía un reto económico demasiado grande. Así que se dedicaba a ayudar a sus padres en la granja familiar. Cuando anochecía y podía descansar, se dedicaba a escribir. Afición que se le había despertado en la adolescencia. Desde hacía años, a través de Internet, seguía los pasos de su escritor favorito: Mark Farahniuk. Gracias a la web conocía todo sobre este hombre. En los foros y en las redes sociales, a menudo, el escritor se dedicaba a responder preguntas a sus fans. En twitter, el escritor tecleaba “abajo el sistema”. Tecleaba “el consumismo nos mantiene esclavos”. Escribía “la sociedad del consumo es la decadencia de la humanidad”. Y los ‘favs’ y los ‘rt’ se disparaban. Escribía “Me gusta desayunar en starbucks coffe”. Escribía “mirad el nuevo diseño de la camiseta de mi libro” junto a una foto de una chica luciéndola. Y los números de su cuenta corriente se disparaban.
  Johnny, como buen fan, cogía su libreta, se ponía la camiseta del último libro publicado por Mark Farahniuk y se iba al starbucks a tomar un café mientras trabajaba en la que tenía que ser la novela que le situara en el escenario literario. Su historia iba de alguien que creaba una organización para cambiar el mundo y esta se ponía en su contra. Un argumento ya utilizado con anterioridad por su escritor favorito precisamente, pero al que creía poder darle una vuelta de tuerca que lo hiciera interesante. Llevaba ya más de un año trabajando en ella, y no iba a abandonarla.” Era una idea cojonuda”, se decía a sí mismo.
  Un día, mientras se tomaba una cerveza de la marca que promocionaba el escritor, Johnny vio una noticia que le alegró el día. Su escritor iba a dar una conferencia para promocionar su nueva novela en una ciudad cercana.  Solo cobraba treinta dólares por entrar. Un precio razonable por ver y escuchar a su inspiración máxima en persona. Tal vez, con un poco de suerte, pudiera hasta hablar con él.
  Llegó el gran día. Le dijo a su padre que ese día no iba a poder ayudar en la granja. Cogió el autobús y se fue a la ciudad a ver a su ídolo. Llevaba toda la equipación. La camiseta de la novela, los vaqueros de la marca que el autor afirmaba que eran de muy buena calidad, el perfume de nombre seductor que aseguraba utilizar, y una copia del borrador de su novela, que si tenía la oportunidad, le haría llegar a su querido ídolo. Nada le haría más feliz que el hecho de que su adorado leyera su novela. Pasó por taquilla, pagó la entrada y se sentó. La sala estaba abarrotada de gente con camisetas con las portadas de los libros de Mark Farahniuk, el olor a perfume invadía la sala y abundaban las gafas de pasta negras, como las del autor. Johnny vio a gente que incluso llevaba gafas sin cristal, solo para emular a su idolatrado escritor, y pensó que él haría lo mismo, ya que no tenía problema de visión alguno. Los asistentes, mientras esperaban a que el maestro de ceremonias apareciera, tarde, intercambiaban opiniones sobre los libros del autor, sobre la moda que vestía, sobre lo que comía, sobre la cerveza que bebía y sobre lo de acuerdo que estaban con su opinión acerca del último bombazo informativo de actualidad. Algunos estaban 90% de acuerdo con él, otros 110%.
  Finalmente, media hora más tarde de lo previsto, el afamado escritor hizo presencia. Habló sobre la novela que tanto tiempo le había llevado escribir, lo que había querido retratar en ella y un sinfín de cosas más mientras los fanáticos, todos ateos porque esa era la postura de su ídolo, divinificaban al escritor admirando absolutamente cualquier cosa que dijera o hiciera. Por absurda que fuera. Farahniuk concluyó su habladuría invitando a los asistentes a comprarle el libro allí mismo, puesto que tendrían un pequeño descuento, mucho más pequeño que el precio de la entrada, una vez finalizada la ronda de preguntas.
  Durante la ronda de preguntas, Johnny se pasó todo el rato con la mano levantada. Había tantas preguntas que quería hacerle que no sabía cuál escogería. Pero veía cómo iba pasando el tiempo y el escritor iba señalando y contestando a otras personas. Mayoritariamente a chicas de buen ver. Johnny se enfadaba un poco cada vez que no le preguntaba a él. No podía ser, él era su mejor fan, y le estaba ignorando por completo. Se acabó el tiempo y el chico no pudo intercambiar ni una palabra con su ídolo. Pero le quedaba una esperanza. La firma de libros. Tras pagar veinte dólares por el libro, con el descuento, se puso en la larga cola para que le firmara su ejemplar. Esperó una hora y el autor dijo que se había acabado el tiempo de firmas cuando todavía quedaban tres o cuatros personas antes que él. Pero Johnny no se iba a dar por vencido. Cuando el autor desapareció por detrás del escenario en el que había dado su charla, Johnny burló la seguridad y fue tras él.
-          ¡Ey, Mark, Mark! – Llamó su atención el joven.
-          ¿Pero qué coño…? – dijo el autor dándose la vuelta.
-          Hola, me llamo Johnny, soy tu fan número uno. Tengo todos tus libros, y cuando sale la edición especial un par de meses después de su lanzamiento, me la compro también. Y, bueno, creo que merezco un poco de tu atención.
-          Por favor, déjame tranquilo, el tiempo de la conferencia ya se ha alargado más de lo previsto.
-          Ya, pero de verdad, quería, necesitaba darte esto – dijo Johnny extendiendo sus brazos sujetando el borrador de su novela.
-          ¿Y yo para qué lo quiero? No soy editor – replicó el escritor.
-          Ya, pero te admiro mucho. Solo el hecho de que leyeras mi primera novela sería un gran honor para mí, y si pudieras darme tu opinión, me harías el hombre más feliz del mundo.
-          Paso, no tengo tiempo – contestó el afamado escritor dándose la vuelta.
-          Por favor Mark – dijo el chico arrodillándose – te lo suplico.
Sorprendido, el escritor se dio la vuelta y se acercó a su fan.
-          Levántate – le dijo
  Y al ver que el chico no reaccionaba ¡slap! le dio una bofetada en la cara que casi lo tumba a la vez que los folios de su borrador se saltaron por los aires desperdigándose por toda la sala. Hecho que sucedió a cámara lenta, en plan dramático.
-          ¡Eres un hombre patético! – le gritó el escritor - ¡Los hombres jamás se arrodillan ante otros hombres!... Si divinizas a un semejante, siempre serás un inferior. Vete de aquí, no quiero volver a verte.

Johnny salió de allí derrotado. Se fue en dirección a la parada de autobús para ir a su casa. No podía parar de llorar. Por el camino, tiró su borrador a la basura. Había dejado de admirar a su autor favorito, precisamente, la única vez que éste había hecho algo por él. Su próximo relato sería algo totalmente distinto, alejado de la influencia de Mark Farahniuk.