miércoles, 9 de diciembre de 2015

GRAND HOTEL IBIZA

Mi mano derecha sujeta la palanca y la izquierda una jarra que se llena del dorado líquido. Justo antes de que rebose la espuma blanca corto el grifo y ofrezco la cerveza al cliente que me la ha pedido desde el otro lado de la barra. Justo cuando cojo el dinero empiezo a escuchar unos gritos que vienen desde la recepción del hotel.
-          ¡Oye! ¡Qué no puedes entrar! – grita el botones intentando detener el paso a un chico fuerte y alto que ha irrumpido
-          ¡María! ¿¡Dónde estás, zorra!? – grita con odio el fortachón escupiendo saliva a cada palabra
-          ¡Tenemos reservado el derecho de admisión! – le dice el botones
-          ¿¡Dónde está esa zorra!? – repite el tipo duro mientras recorre con la mirada todo el bar
-          ¿¡Qué mierdas haces aquí, hijo de puta!? – contesta María, compañera mía, acercándose sin miedo al tipo
-          He venido a que me presentes a tu nuevo novio, ¡pedazo de puta!
-          ¡Pues no creo que él tenga interés en conocer a un montón de escoria como tú! – le señala María con dedo acusador.
 Mientras tanto, se me acerca un cliente y me pregunta sobre lo que está sucediendo, no sin antes pedirme una cerveza. 
-          Un número demasiado elevado de malas decisiones consecutivas- le digo mientras echo cerveza en una copa
-          Entiendo -  me dice antes de darle un trago a su cerveza y quedarse observando el show.
La situación empeora, los gritos que emiten se asemejan a los de una manada de chimpancés peleándose puestos de cocaína. La acalorada discusión está a punto de estallar en llamas en el momento en el que el invasor levanta su mano.
-          Venga, adelante, pégame en una violación de la orden de alejamiento. Te vas de aquí directo a la cárcel y lo sabes – le reta María
-          María, eres malísima – contesta el hombre que baja la mano tras recapacitar unos segundos – No quiero que mi hija se críe contigo -  añade
-          José, cómete una mierda y vete por ahí -  le contesta mi compañera a la vez que le hace un corte de manga.
  Llegan dos guardias civiles y le piden a José que les acompañe a comisaría. Él accede sin rechistar, se ha dado cuenta que ya solo puede empeorar la situación. – Venga, nos vemos pronto -  le dicen al botones cuando se van. Echo otra cerveza en una copa pequeña, esta vez es para mí. Me aseguro de que el encargado del bar no está mirando y entro en el cuarto donde se friegan los vasos a bebérmela. Allí me encuentro al chico que se encarga de ello con la cabeza metida en la pica y vomitando.
-          ¿Te encuentras bien? – estúpida la pregunta que le formulo
-          Algo me sentó mal anoche – me dice – creo que voy a tener que ir para casa.
Abandona la habitación y yo me dispongo a beberme mi cerveza cuando entra un compañero con la bandeja llena de copas sucias. Descargando la bandeja pregunta:
-          ¿Quién va a limpiar ahora todo esto?
-          Nos va a tocar pringar – le digo yo
  De repente se escuchan gritos escandalizados procedentes de la piscina y mi compañero sale corriendo a ver qué pasa empujado por el morbo. Al parecer un niño se ha ahogado y la socorrista está tratando de reanimarlo. Con lágrimas en los ojos y temiéndose lo peor, le da golpes en el pecho hasta que el niño empieza a toser y vomitar agua. Las caras de todos se iluminan, y se funden en un abrazo la socorrista, el niño y sus familiares. Justo detrás cae desde un tercer piso un alemán borracho con su bañador puesto. Pretendía llegar a la piscina. La socorrista no puede hacer por él más que tapar una herida que tiene en la cabeza para que no se desangre. Llega la ambulancia y se lo llevan a urgencias en estado grave. La policía pregunta cosas a los amigos del joven que lloran desconsolados.
-          Estos jóvenes de hoy en día -  me dice un cliente cabizbajo, mientras bebe de una cerveza que le sabe agridulce debido a todo lo sucedido.
-          Tiene razón -  le digo, y, al ver a mi relevo entrar por la puerta me dirijo a él – me alegro de verte.
-          Yo no – me contesta con una sonrisa
-          Nos vemos mañana – le digo saliendo del bar.

Y así transcurre una jornada normal en el  “Grand hotel Ibiza”