jueves, 24 de septiembre de 2015

INFIERNO A LA CARTA

Estaba John disfrutando de sus vacaciones de verano en Ibiza, gozando de lo que más le gustaba en este mundo, abusar de la oferta de hotel con todo incluido. Pasaba días llenándose más platos de carne de los que podía comer en el bufet libre, pidiendo rondas de cubatas de tres en tres bebiéndose la mitad y dejando la otra mitad repartida por la terraza de la piscina. Realmente estaba gozando cuando, repentinamente, su corazón dejó de funcionar. Llevóse John la mano al pecho y con una mueca de dolor abandonó la vida. El exceso de grasas, azúcares y alcohol le habían pasado factura. Su alma dejó su cuerpo para descender al mundo de las tinieblas.
  Como despertando de un profundo sueño, lo primero que vio al abrir los ojos fue una criatura bípeda con cabeza de cerdo y un cuerpo de una textura rara, como si estuviera su piel del revés y toda su superficie estuviera en carne viva. Lo que más le sorprendió fue escucharle hablar su idioma perfectamente. Al mirar a su alrededor, John vio que se encontraba en la orilla de un lago del que emanaba un nauseabundo olor. El cerdo le contó que ese era su nuevo hogar, y que allí iba a habitar por el resto de la eternidad. Al acercarse al lago, John observó asqueado al ver que el líquido era marrón y algo más espeso que el agua, para más inri, flotaban en él trozos de limón, de naranja, cacahuetes y servilletas con diferentes logotipos hoteleros. Una especie de versión gigante de la pica de un bar cuando se atasca el desagüe. Por si esto no fuera suficiente para hacer difícil la estancia junto al lago, de sus aguas surgían millones de mosquitos con ganas de picar y absorber la sangre del recién llegado. Según palabras del cerdo, aquel lago se había formado con todas las bebidas pedidas y no consumidas en todos los bares de los hoteles con todo incluido de la tierra. Todo ese líquido que acabó desperdiciado y lanzado a través del desagüe de la pica de la barra por haber sido pedido por borrachos que ya no podían beber más. Informó el cerdo a John que solo él había ampliado el lago aportando mil litros de líquido a lo largo de su vida. 
  El cerdo le explicó a John también la causa de su existencia. Contó que cada vez que alguien se llenaba un plato de carne en un bufet libre y lo tiraba sin siquiera probarlo, esa carne iba a parar a la granja del infierno, dónde cada cien quilos recibidos de carne creaban a una criatura como él. Algunos con cabeza de cerdo, otros de cordero, otros de vaca, pero todos con cuerpos creados con las diferentes carnes desperdiciadas. Le remarcó el hecho de que él mismo había sido creado básicamente por carne desperdiciada por John. La conciencia superior entendía el sacrificio de otros seres por alimentación, pero no toleraba el desprecio a las vidas sacrificadas con tal propósito.

  John empezó a sentir miedo, se estaba dado cuenta de cuánto mal había hecho en vida al planeta, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. A su lado observó que había muchos hombres y mujeres con sus cabezas hundidas en las inmundas aguas del lago de los cubatas desperdiciados mientras eran sodomizados por criaturas similares al cerdo que le hablaba. Entre dos víctimas sodomizadas, John vio un espacio, justo frente a él, y entendió estremecido que ese era su lugar. Con los ojos llorosos miró al cerdo, quien respondió con una tétrica sonrisa y asintiendo. A pesar de sus súplicas, John fue empujado violentamente por el cerdo hasta que su cabeza fue hundida con fuerza en las pestilentes aguas. Tragó la mezcla de líquidos pestilentes hasta la asfixia, pero no murió. Ya estaba muerto, así que le quedaba la sensación de estar asfixiándose durante rato y rato sin llegar a morir, un sufrimiento extremo para toda la eternidad. Cuando su cuerpo estaba lleno del líquido vomitaba, aportando bilis al pestilente lago, y se repetía el ciclo de tragar y vomitar continuamente. Por si tal agonía no fuera suficiente, notó como el cerdo le desgarraba los pantalones y seguidamente el ojete. John no lo escuchó puesto que tenía los oídos sumergidos en el agua, pero el gruñido de placer del cerdo al penetrarle retumbó por todo el valle infernal. Y esa iba a ser la situación de John por el resto de la eternidad.