Soy la irritación del subyugado esclavo de su jornada
laboral. Soy la explosión del atentado de Hipercor. Soy la piedra lanzada por
un niño palestino que choca contra el casco del militar equipado con la última
tecnología para matar. Soy el tsunami que abrió la brecha en la central nuclear
de Fukushima y soy el huracán Katrina. Soy la justicia ciega de la naturaleza.
Soy el arma asesina de una mujer maltratada. No un arma de filo ni de fuego,
sino un arma de sentimiento, el sentimiento de no poder aguantarlo más. Soy la
bota de un estudiante manchada con la sangre de un mosso d’esquadra por a los que les queda ya un solo ojo para
llorar. Soy pueblo, soy destrucción. Soy injusto porque soy ciego. Porque me
han cegado adrede. Soy energía. Soy el genkidama
que nace de un corazón de pura bondad, sin embargo arrasa todo a su paso
porque no ha encontrado otra opción. Soy el eje del mal a los ojos de muchos,
pero si a lo largo de la historia los imperios siempre han sido los malos de la
película, no iba a ser diferente ahora. Soy la daga del oprimido, que derrama
sangre roja, la sangre de cualquiera. Y no soy todo lo que soy porque lo quiera
ser. No quiero derramar m
ás sangre, si no va acompañada de una nueva vida. No
quiero ser más dolor, ni ira, ni sufrimiento. Yo quiero ser paz, amor, quiero
ser placer, abundancia, orgasmo simultáneo. Pero no lo soy, porque no me dejan
serlo. Soy el aborto de la felicidad, porque no me dejaron nacer. Porque la
avaricia de unos pocos no lo podía permitir. La falta de conciencia y la negación
de vivir sin sus fútiles privilegios me han convertido en todo lo que soy. Soy
el dolor del mundo para la raza inmunda que destruye su propio hogar. Soy lo
que quiero y lo que no quiero ser. Y todavía soy un retoño por crecer.