Ya son las cinco de la mañana y Sonia sigue despierta. En la
tele se ve un programa de esos en los que te prometen una gran suma de dinero a
cambio de responder una pregunta estúpida por teléfono. En la pantalla, el
presentador no cesa de rogar a sus telespectadores que llamen. Sonia sabe bien
sabido que luego, cuando llamas, nadie te atiende, te tienen en espera largo y
tendido, por no hablar de la factura del teléfono que te llega después. El caso
es que ella no tiene la tele encendida porque le interese mirar nada. Sonia pasa
la noche en vela a menudo, y la tele la pone para sentirse menos sola cuando su
novio se ausenta sin dar explicaciones. De hecho, aunque ella esté sentada con
la mirada dirigida al televisor, ni siquiera ve lo que están retransmitiendo.
Si le preguntaras lo último que han dicho no sabría contestar. Ella está viendo
otras cosas que reproduce su mente. Por ejemplo, ve como Joaquín, su novio,
está ahora mismo en el coche que ella le presta desde que él accidentó el suyo,
con otra chica, compartiendo un gramo de cocaína. Ve también lo que pasa
después. La infidelidad ya no es algo nuevo en su relación.
Recuerda cuando ella
sintió felicidad a su lado. Cuando empezaba el apasionado amorío. Cuando él
perdió el trabajo y Sonia le propuso con ilusión que se fuera a vivir a su
casa, así podía ahorrarse el alquiler. Acaricia su barriga hinchada mientras
piensa en el momento en el que tomó, posiblemente, la peor decisión de su vida.
Se suponía que Joaquín iba a encontrar trabajo e iban a construir una vida,
juntos. Sin embargo, ahora Sonia va a trabajar después de noches en vela, y le
paga la comida, la gasolina, las borracheras, la farlopa y, posiblemente, los
condones que gasta con otras. Hay momentos en los que hasta se preocupa por él.
Piensa que tal vez le haya pasado algo, otro accidente en coche… Una
preocupación que, en una profunda y oscura parte de su alma, desea que se
cumpla. No porque le desee ningún mal a su novio, sino porque ello significaría
que no está con otras, ni malgastando su dinero en vicios. Aunque llega el
momento en el que escucha el ruido de las llaves, que parecen no encajar en la
cerradura, y Sonia se siente una completa imbécil por haber sentido
preocupación. Él entra sin decir nada, y Sonia le sigue con la mirada.
-
¿Por qué me haces esto? – Pregunta ella
finalmente – vas a ser padre, ¿Ni aun así piensas cambiar tu actitud?
-
Déjame, pelmazo – responde él en voz baja
-
¿Acaso te he hecho yo algo para que me tengas
que tratar así? – dice a la vez que empiezan a asomar las lágrimas de los ojos de
la chica.
-
Deja de decir chorradas, estoy cansado, me voy a
dormir.
A su paso por el salón, Joaquín deja una peste de alcohol y
humo que impregna toda la casa. Se mete en el dormitorio, y se deja caer como
un peso muerto sobre la cama de matrimonio. Sonia se queda en el sofá. Lo
último que le apetece es compartir la cama con esa persona ahora mismo.
Mientras derrama lágrimas recuerda lo feliz que se sintió la primera vez que se
besaron. Se preguntaba ella siempre, cómo era posible que un tipo popular, alto,
fuerte, guapo y simpático como Joaquín, eligiera salir con ella. Bajita, con
nariz redonda, un poco rolliza y con pocas tetas, para colmo de gorda. Entonces
pensaba que estar con un tipo como él era lo máximo a lo que podía aspirar.
Finalmente consigue conciliar el sueño un par de horas antes de que suene su
alarma para ir al trabajo. El trabajo,
irónicamente, se ha convertido en lo mejor de su vida desde hace ya un par de
años. Y no es que sea un trabajo apasionante. Pero el tener que atender a los clientes
del supermercado mantiene sus pensamientos alejados de Joaquín. Embarazada de 4
meses, Sonia teme el momento en el que se vea incapaz de seguir trabajando y
forzada a darse de baja. La simple idea de pasarse todo el día metida en casa
aguantando los ires y venires de Joaquín le provoca náuseas.
Al volver a casa,
Sonia, se encuentra a Joaquín sentado en el sofá, viendo la tele. Son las diez
de la noche y en la mesita auxiliar hay restos de pan de molde. Sonia ya se lo
sabe, ni van a cenar juntos, ni le ha preparado nada a ella. Ni un mísero
sándwich tras pasarse todo el día trabajando mientras él ha estado
holgazaneando y curándose la resaca.
-
Es la despedida de mi amigo Juan, voy a salir un
rato esta noche – Sonia ni le contesta, es lo de todos los días. A menudo,
cuando ella llega a casa él ya no está. Cuando está suele significar una cosa -
¿Me prestas cincuenta Euros? – Bingo.
-
No podemos seguir así, Joaquín, vamos a tener un
hijo y apenas llegamos a fin de mes. Cuando nazca vamos a tener muchos gastos
extra.
-
Venga Sonia, no me vengas con esas ahora, ya
veremos que hacemos cuando nazca la criatura.
-
Pero es que tenemos que empezar a ahorrar
-
¿Justamente hoy, Sonia? Ya sabes lo amigos que
somos Juan y yo, y es su última noche en la ciudad. Dame algo de pasta hoy, y
luego ya paro.
Sonia finalmente
accede, aunque sabe de sobra que no va a parar. Se lo ha dicho miles de veces.
Le da cincuenta Euros y empieza a cenar, mientras él se prepara para salir.
Cuando está a punto de cruzar por la puerta, Sonia le pregunta:
-
¿Vas a venir muy tarde?
-
No, tranquila – una mentira demasiado descarada.
Sonia se duerme en
el sofá, como acostumbra a hacer cuando se queda sola en casa. El hecho de que
su novio le mienta con tanta facilidad le demuestra que él ya no siente ningún
tipo de respeto hacia ella, si es que lo ha tenido nunca.
Al despertar, un
tipo con melenas y vestimentas raras da consejos baratos a la gente que le
llama. Pretende hacer creer que sus suposiciones generales de cosas que le
pueden pasar a cualquiera, son una adivinación de los hechos. Un engaño que, a
ojos de Sonia, cualquier tonto podría detectar, sin embargo no cesa de llamarle
gente. La joven se asoma al dormitorio para comprobar, como ya imaginaba, que
Joaquín todavía no ha vuelto. Son las cinco de la mañana. La muchacha,
resignada, se sienta en el sofá y rompe a llorar. No sabe si llora de rabia,
tristeza, o impotencia. Tal vez por costumbre. Hasta que, de pronto, un dolor
tan intenso que no cabe en la imaginación de ningún hombre o mujer la invade. Siente
una humedad pringosa entre sus piernas. Los síntomas la aterrorizan, teme que
vaya a perder a su bebé. Se siente extrañamente incapaz de moverse para buscar
ayuda, y la angustia inunda todo su ser. Siente algo saliendo de su interior, y
el dolor se expande por todo su cuerpo. Empuja con fuerzas y ve como empieza a
asomar una cabeza de entre sus piernas. Su vagina se dilata, el bebé saca la
cabeza, todavía a medio formar y sin que esté muy definida la separación de
ésta con su cuello. Con las manos se agarra fuertemente a los labios vaginales,
y empuja con fuerza hacia afuera para sacar todo su cuerpo. Así, de un salto,
la hija de Sonia nace y se planta en pie frente a su madre. La muchacha, sentada
en el suelo, sobre un charco de pringoso líquido amniótico, no da crédito a lo
que ve. La criatura, que se encuentra unida a ella por el cordón umbilical,
tiene el aspecto de un feto de cuatro meses, una cabeza deformada, pegada a un
grueso cuello que es desproporcionadamente grande en comparación con el pequeño
cuerpo. Sus dedos son cortos y de articulaciones torpes. Sus brazos y piernas
también son cortos proporcionalmente al resto del cuerpo. Si intentara tocarse
la cabeza con sus pequeños brazos, no llegaría más arriba de la pequeña
formación que en un futuro serán sus orejas. Lo sorprendente para su aspecto,
es su tamaño. Crece hasta medir alrededor de un metro, y todavía más
sorprendente el hecho de que se mueve casi como una persona adulta. Y Sonia,
que no da crédito a lo que ve, casi se aterroriza al oír hablar a esa criatura:
-
¿Qué demonios haces con tu vida?
-
¿Qué? – pregunta Sonia anonadada a la vez que
levanta la cara de entre sus rodillas para ver a la criatura que ha salido de
su interior
-
¿Qué? ¿Cómo que qué? Tú sabes bien a lo que me
refiero. Mírate, todas las noches llorando en el sofá, frente una tele que no
emite más que porquerías. Maquillándote por las mañanas para disimular la
hinchazón de tus ojos para que no piensen en el trabajo que tu vida es una puta
mierda. Ya va siendo hora de que cambies algo, ¿no?
-
¿Cómo? ¿A qué te refieres? – pregunta Sonia
evitando admitir la certeza de las palabras de su hija
-
¿Cómo que a qué me refiero? ¿No es evidente? No
puedes seguir viviendo así, y la fuente de tu desgracia es muy fácil de
adivinar cuál es.
-
Te refieres a Joaquín… - dice Sonia con la boca
pequeña.
-
Si, exacto, te has ganado un gallifante –
responde el feto gigante con una expresión de enfado.
-
Si… es cierto que estamos pasando por una mala racha…
-
¿Mala racha? – interrumpe la criatura – pero si
llevas cinco años en los que tu situación ha ido de mal en peor, tu vida huele
peor por momentos y eso que ya hace años que apesta. Y tus problemas tienen
nombre y apellidos, y esos son los más fáciles de solucionar.
-
Pero… vamos a tener un hijo, o sea, te vamos a
tener, ¿cómo voy a separarme de Joaquín y a dejarte a ti sin padre?
Una expresión de ira
se forma en el arrugado rostro del desproporcionado bebé, que pega un salto, y
con la mano abierta le da un golpe a Sonia en toda la cara. Salpicaduras de
líquido amniótico ensangrentado pringan el sofá y la alfombra.
-
No vuelvas a escudarte en mi – le dijo – que tu
no seas capaz de enfrentarte a tus problemas no es culpa mía, si no tuya.
Además, yo no quiero crecer en un ambiente como este, lleno de rencores y
desconfianzas, totalmente carente de afecto, así que no vuelvas a ponerme como
excusa para no dar el paso que tienes que dar.
-
Pero… ¿Cómo voy a criar a una hija sola?
-
Con bastante más facilidad que con ese
gilipollas al que llamas novio a tu lado.
-
Pero, yo sé que en el fondo me quiere, es solo
que se ha metido en el camino de las drogas, y, bueno… tal vez necesite ayuda…
-
No digas chorradas. Ese tío es un imbécil aunque
esté sobrio. El montón de mentiras que te dice día a día es lo que duele, las
drogas no tienen nada que ver. Date cuenta ya de que, simplemente, cometiste un
error al juntarte con él. No es culpa de las drogas, ni mía, ni pienses más
excusas. Ahora mismo es tu responsabilidad mejorar tu vida y buscarte a alguien
que además de quererte en el fondo, te quiera en la superficie y, lo que es más
importante, te respete, o vive tu vida independiente, que tampoco es ninguna
tragedia.
-
Pero, va a ser muy difícil encontrar a alguien
para mi… no soy bonita, no tengo una vida interesante y, no te ofendas, pero
con una hija va a ser más difícil rehacer mi vida…
-
Veo que te tiene exactamente donde quiere. Este
hombre te respeta tan poco que ha conseguido que ni tu misma te respetes, pero
debes cambiar eso. Ha conseguido que sientas que tienes que permanecer a su
lado si no quieres envejecer sola, amargada y rodeada de gatos. Pero no es así.
La vida fuera tiene muchas cosas buenas que brindarte, pero debes ir a por
ellas. Si sigues con este individuo te las vas a perder por completo, mientras
te respetas a ti misma cada día un poco menos, entonces, posiblemente llegará
el día en el que nadie te respete. Es posible que hasta yo aprenda a faltarte
el respeto, y entonces sí que experimentarás la más angustiosa de las
soledades. Sin embargo, si empiezas a
quererte a ti misma, me enseñarás a quererte y tal vez sigamos muy unidas
cuando yo sea adulta. Dicho esto, en tus manos queda, el arreglar tu vida de
una vez, o seguir dejando que se caiga a pedazos lentamente. Ahora tengo que
volver a entrar para acabar de desarrollarme y borrar mi conciencia.
El feto se encoge
hasta poder meterse de nuevo en el interior de Sonia a través de su vagina.
Aunque aun así, pasa tan ajustado que Sonia vuelve a experimentar intenso
dolor, aunque no tan fuerte como cuando salió. Una vez desaparecido el niño, ve
como desaparece el cordón umbilical, como si alguien desde su interior lo
estuviera estirando y enrollando. La muchacha, agotada, se desmaya sobre el
sofá.
Tras dormir un par
de horas, Sonia, se despierta con una energía fuera de lo normal. Parece haber
tomado conciencia de las palabras pronunciadas por su hija. Se levanta, friega
el suelo pringoso de su líquido amniótico y se pega una buena ducha. Al salir,
decidida, empieza a hacer las maletas. Abre los armarios y, una por una, va
cogiendo sus prendas preferidas y metiéndolas en su maleta. - ¿Pero, qué estoy haciendo? – se pregunta
a si misma – ésta es mi casa.-
Entonces decide sacar sus cosas de la maleta, y meter las de Joaquín, que no
son muchas. Llama a un cerrajero de urgencia, y le hace cambiar la cerradura.
Junto a la puerta deja la maleta y una nota pidiéndole a Joaquín que no vuelva
más. Que desaparezca de su vida.
Se sienta a esperar
a que Joaquín vuelva. Hoy ella tiene libre y puede quedarse todo el día en
casa. No quiere perder la posición. Siente una mezcla extraña de sentimientos,
una especie de excitación mezclada con miedo y un pequeño asomo de felicidad.
Cuando finalmente llega Joaquín, Sonia se queda en el sofá, sentada, esperando
a ver su reacción.
-
¿Es esto una broma, Sonia? – pregunta desde el
otro lado de la puerta – ¡No tiene gracia! – dice mientras intenta abrir con
sus llaves, que esta vez realmente no encajan - ¡Vamos, abre! – grita
imperativo, mientras Sonia se limita a escuchar - ¡Ábreme de una puta vez
maldita zorra! – Con su paciencia agotada, en este momento Joaquín empieza a
aporrear con violencia la puerta. ¡¿Cómo
puedes hacerme esto sin avisar?! ¡Si yo te quiero Sonia!
Al escuchar esto, el
corazón de Sonia se ablanda, y se levanta para abrirle la puerta, pero justo en
ese momento siente una fuerte patada en el interior de su barriga. Su hija le
está advirtiendo: “mejor no lo hagas” parece decirle. Entonces cambia de
actitud, y responde entre lágrimas que intenta disimular:
-
¡Eso es mentira! ¡Si me quisieras, me
respetarías, ahora vete o llamo a la policía!
-
¿Eso es lo que quieres? Pude elegir a las chicas
más guapas de clase, y te elegí a ti, ¿y así es como me lo pagas?
-
¡Pues vete con alguna de ellas, aquí ya no eres bienvenido!
– le grita Sonia
-
¡Está bien, me voy, tú verás! ¡Te convertirás en
una vieja amargada y solitaria! - pero Sonia y su hija sabían que eso no era
verdad, bueno, al menos su hija lo sabía a ciencia cierta, Sonia tenía sus
dudas, pero sería mejor que ser una amargada a su lado.
Una vez que Sonia
comprueba que Joaquín se ha marchado, se tumba en su cama y duerme mejor que
nunca. Por primera vez en mucho tiempo su sueño es profundo, y su siguiente
despertar va acompañado de una sensación de alivio y libertad que nunca antes
había sentido, y, lo que es más importante, una sonrisa.