Despedido. Bueno, dicho de otra manera, Despedido. O dicho de otra manera, periodo de prueba no superado. Las excusa: Necesitan a alguien que, además de saber idiomas, lo sepa hacer todo bien desde el principio, que se pueda dejar solo a cargo de las mesas, sepa idiomas y curre 50 horas semanales por poco mas de mil cien euros al mes. Y, sinceramente, ni me dejaron probar de llevar unas mesas solo. Lo he hecho otras veces, y he sido perfectamente capaz. Pero bueno, vale. No estoy enfadado, ni triste, ni preocupado. Al contrario, creo que estoy hasta contento. Me han quitado un peso de encima, ya que no sé yo cuanto tiempo hubiera sido capaz de aguantar trabajando en pleno centro neurálgico del capitalismo. Allí dónde es habitual ver a alguien con un jersey rosa atado alrededor del cuello. Allí dónde los comensales hablan de clientes, inversiones, beneficios y proveedores. Una vez escuche a alguien hablar del Barça, y pensé "por fin una conversación normal" , a pesar de lo poco que me gusta el fútbol. Iluso de mí. Tras escuchar un poco atentamente, comprobé que estaban discutiendo cuanta presión y dificultades podría acarrear ser los propietarios de un equipo como ése. Igual si me quedaba allí mucho mas tiempo acababa envenenando a alguien, como me propuso un muy amigo mío.
Lo que más me duele es comprobar como, para algunos compañeros, el hecho de que me echen, es algo parecido a una tragedia, o una putada o algo así. Ellos se sienten afortunados de tener un trabajo en el que no te pagan las horas extras ni las nocturnas. Al menos es un trabajo, dicen. Se sienten afortunados porque no ven otra opción. Por algo está Plaza Cataluna ocupada. Incluso la licenciada en arquitectura que curra en el restaurante se siente afortunada por tener ese trabajo. Y yo pienso en mi madre y cuanto agradezco no haberle hecho caso cuando me decía que debería estudiar arquitectura porque se me daba bien el dibujo. Yo decidí estudiar cómic, y hemos acabado los dos en el mismo sitio. Aunque bueno, yo ya me voy.
Salgo del restaurante sin pena ni gloria y bajo el Paseo de Gracia. Paso por enfrente de los escaparates cerrados de Nike, Macson, Lacoste, Mango, y otras grandes marcas. Y me alivia pensar que mañana por la mañana no tendré que ver este panorama lleno de compradores compulsivos. Llego a "Plaça Catalunya" y me alegra ver que la "#spanishrevolution", nacida en Madrid y gestada en la web, sigue en plena ebullición. La gente hace ejercicios democráticos y debaten sobre los puntos que se van a llevar a petición al Estado. Un ejercicio realmente democrático. El pueblo, por fin, implicado en política. La gente ha dejado de tener miedo a decir lo que piensa, y eso es muy importante. Por cierto, no quiero escribir sobre la revolución sin subrayar el hecho de que se les da comida gratuitamente a todos los que la piden, incluido los mendigos, no te piden unión a la revolución a cambio de comida, ni nada por el estilo, y que un movimiento así, espontáneo y sin presupuesto, haga esto, cuando el gobierno, con todo su dinero no lo hace, creo que es muy representativo de lo que está ocurriendo. No tengo mucha fe en los resultados que se puedan obtener, pero tras la decepción electoral teñida de azul, es lo único que nos queda, es mi clavo ardiendo al que me pienso agarrar y apoyar mientras dure. Tanto en el lugar como en las redes sociales, dónde se televisa la revolución, que quien dijo que nunca sería así no tuvo en cuenta la libertad de Internet.