sábado, 15 de diciembre de 2012

DIOS, LOS MERCADOS Y OTROS SERES IMAGINARIOS


-          Papá, papá, ¿Nosotros somos cristianos?
-          No, hijo...
-          ¿Por qué?
El padre, votante decidido del partido político en el gobierno, trató de satisfacer la curiosidad de su hijo:
-          Pues bueno, digamos que no creemos en un pensamiento que nos empuja a hacer sacrificios para un dios invisible, que no sabemos ni si existe.
Satisfecho, el niño continuó jugando a la playstation durante un rato. Al padre le preocupaba que jugara tantas horas, no tanto por la salud del chaval como por la factura a final de mes. Pero no quería preocupar a su hijo, por lo que, habiendo quitado ya la mitad de las bombillas de la casa, le dejaba jugar todo lo que quisiera. Pero sabía que tarde o temprano pasaría. De repente, se fue la luz.
-          Papá, papá, ¿Por qué se ha ido la luz?
-          Pues, supongo que la habrán cortado, con las últimas subidas de impuestos no me llega para pagarla… - dijo el padre hablando más consigo mismo que con su hijo.
-          ¿Y por qué no protestas en la calle como los que salían en la tele?
El padre, sorprendido por el alto grado de comprensión de su hijo, y un poco preocupado por su actitud, respondió:
-          Verás, hijo, no hay que protestar por ello. Lo que tengo que hacer es conseguir pronto un trabajo. Los impuestos los han subido porque no les ha quedado más remedio. Era un sacrificio necesario.
-          ¿Por qué? – preguntaba el niño.
-          Pues… - sin saber muy bien que iba a contestar, el padre, empezó a hablar – para calmar a los mercados, y que todo vaya mejor.
-          Entonces… - respondió el chaval - ¿Has sacrificado la luz a los mercados?
-          Mmm… algo así. – le contestó su padre, deseando que acabara aquella conversación.
-          ¿Y quién son los mercados?
-          Pues… no lo sé – dijo su padre rendido a la curiosidad insaciable de la infancia.
-          Entonces… - pensó unos segundos antes de formular la pregunta - ¿Son los mercados nuestro dios?
-          Pues… - a esta pregunta, el padre, un poco ignorante, no se le ocurrió ninguna respuesta – vete a dormir, que mañana tienes colegio.
Eso había sonado ya menos comprensivo. El niño se fue a la cama y el padre quedó sentado en el sofá, en la penumbra de la noche. Sin absolutamente nada que hacer, al no tener electricidad, empezó a preguntarse cómo había sido posible que llegaran a ello en un país que, se suponía, garantizaba un mínimo de bienestar. Empezó a cuestionarse si, el pueblo, la clase popular, estaban siendo víctimas de un complot de proporciones históricas. Planteándose la posibilidad de que la religión hubiera sido siempre un entrenamiento para prepararles para los sacrificios que les suponían el enriquecimiento de las altas élites. Al fin y al cabo, la riqueza de un país la generan los trabajadores, sin embargo no son los que la disfrutan. En la antigüedad, en nombre de las religiones, se hacían sacrificios humanos, se conquistaban y aniquilaban pueblos enteros, y las personas aprendían a vivir bajo la privación de tipos de disfrute básico. Todo por satisfacer a un dios, un ente invisible que no les aportaba beneficio alguno en vida. Ahora todo eso se hacía en nombre de los mercados. Ese ente etéreo que ejerce presión sobre las personas llevándolas hasta el suicidio y por el que hay que sacrificar todo tipo de bienestar. Tal vez su hijo tuviera razón y debieran acudir los dos a la siguiente protesta. Aún a riesgo de perder un ojo. 

2 comentarios:

  1. En ocasiones, los niños tienen más perspicacia con su sencillez de visión de las cosas, que los adultos, deformados por un pensamientos impuesto y deformado por los medios de comunicación.
    Un abrazo.

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    1. A menudo pasa. Tal vez si todos fuéramos un poco mas "niños" todo iría mejor. Un abrazo.

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