Voy a hablaros de Sen. Una niña de doce años, huérfana, que
vive en el orfanato “Sok”, en Siem Reap. Una niña que me sorprendió desde el
primer día. Con perfecto inglés me preguntó mi nombre y de dónde soy. Al
decirle que era de España, me dijo un par de frases en español, las típicas “¿como
estás?” “me llamo Sen”. Después de comer arroz con piña y cebolla, el menú que
nos ofrecían en el orfanato, me hizo sentarme en la mesa y apareció con un
cuaderno en el que ya tenía algunas frases apuntadas en español, y empezó a
preguntarme como se dicen en español cosas como animales, números, frases de
uso cotidiano, etc… Cada nueva palabra aprendida era apuntada en inglés,
español, y luego con la correcta pronunciación en el alfabeto de la lengua
Khmer. Después la leía para asegurarse de que la pronunciación era correcta. La niña aprovechaba todos los voluntarios de diferentes nacionalidades,
cada vez que aparecía un voluntario de un país concreto, le preguntaba cosas en
su propio idioma, y así aprendía. Me sorprendió mucho cuando me dijo que sabía
7 idiomas. Por supuesto no los sabía a la perfección, pero había adquirido, a
sus doce años, conocimientos de chino, japonés, español, italiano y francés.
Tenía un nivel de inglés bastante alto, además de, por supuesto, hablar su
lengua. Esos son sus conocimientos adquiridos fuera de la escuela oficial, a la
que puede acudir gracias a la organización de Mr Sok, el hombre que abrió el
orfanato tras haber crecido como huérfano en la localidad. Sen, además de
aprender, a sus doce años ya ejerce como profesora de inglés de los niños más
pequeños del orfanato. Puesto que en el colegio en Camboya el inglés es una
asignatura secundaria que se imparte pocas horas, y en la localidad de Siem
Reap la economía se basa prácticamente en el turismo, el que adquiera extra
conocimiento de inglés tiene muchas más oportunidades de ganarse la vida. Por
lo tanto, a su tierna edad, no creo que sea consciente de la oportunidad que
está brindando a unos niños cuyo aprendizaje sería muy difícil de lograr, dados
sus escasos medios, si no fuera por la dedicación que Sen dedica a enseñarles.
Me acuerdo de mí a
los doce años. Me debatía entre la Playstation y los GiJoe. Aunque a veces
dibujaba, no quería ni oír hablar del colegio, y detestaba estudiar. Los deberes
me parecían un castigo e iba a la escuela porque era una obligación. Un castigo.
Tampoco quiero caer en la reflexión tópica de que qué malcriados somos en
Europa porque lo tenemos todo y sin embargo cuánto aprecian la educación los que
tienen difícil acceso a ella. Que sí, seguro es parte de la culpa, también
pienso en cómo un sistema consigue hacer que aborrezcamos algo que en principio
debería ser emocionante como es la adquisición de conocimiento. Tal vez demasiada
presión sobre los niños para que saquen buenas notas, tal un exceso de horas
cuando la atención de un niño es limitada, tal vez el hecho de que falten
elecciones personalizadas para la diversidad característica de la mayoría de
clases en las escuelas de hoy día, también ayuden a aniquilar la motivación de
aprendizaje. Así, los niños con difícil acceso a la educación, cuando la tienen
la aprovechan al máximo y exprimen las horas todo lo que pueden, sin embargo
los que poseemos una educación obligatoria nos pasamos una media de 6 horas
diarias en el colegio más actividades extra escolares, deseando que acabe ese
tiempo para podernos ir a jugar. Tal vez deberíamos dejar que cada niño
evolucione un poco más naturalmente y que dedique más o menos horas al estudio
dependiendo de su capacidad de concentración para que el estudio no sea percibido
por los niños como una imposición de los adultos contra la cual rebelarse. Tal
vez no.