EL CICLO DEL PODER
- Todo el Estado vive amenazado. Un ser indefinido es su líder. Desde su palacio nos dicta las leyes, nos obliga a trabajar catorce horas diarias en pro de su enriquecimiento personal. Después obliga a todos los miembros de nuestra sociedad a tomarse la dosis diaria, para así, conseguir que no pensemos y controlarnos. – Pregonaba yo mi discurso desde lo alto de un improvisado escenario formado por un par de mesas de comedor.- Se que todos los que estáis aquí – eran cinco personas y yo. – os habéis dado cuenta de que la píldora que nos daban después de cada jornada era lo que os mantenía sumisos. Supongo que, como yo, habéis estado vomitando al llegar a casa para expulsar todos los ácidos que la componen antes de que vuestro estómago los filtrara hacia vuestra sangre. Por ello os felicito. Os felicito, a vosotros y a vuestros padres que os lo enseñaron desde pequeños. Os felicito porque, al contrario que el resto de ciudadanos del país, os habéis dado cuenta de que no vivimos en un Estado de auténtica felicidad. La gente lo cree porque las píldoras nos lo hacen creer. Pero no es así. El jefe supremo del Estado nos obliga comprar. Nos esclaviza y después nos da una paga que nos obliga a gastar en cosas que no necesitamos. Ésta es su manera de mantener la economía del país activa, generando una gran cantidad de beneficios que se lleva al bolsillo mientras nosotros trabajamos jornadas inhumanas y sufrimos. Ha destruido toda la cultura ajena al propio Estado, la única música permitida es el himno del Estado, todos los canales de televisión son su propaganda. El Estado, el Estado, el Estado. ¿Hasta cuando vamos a permitir que sus abusos continúen?
Los gritos y vítores de los asistentes a esa reunión me animaban a continuar con el discurso, realmente me hacían sentir un líder.
- ¿Dónde está la libertad? Esto no ha podido ser siempre así. Seguro que antes de la llegada del actual gobernador existía un mundo en el que la gente hacía lo que quería. Compraba si quería y se drogaba si quería. Existen pruebas de que antes la gente podía salir de las fronteras del Estado, ahí donde todo está envuelto por el misterio. Porque, a pesar de que ahora nos parece imposible, mas allá del Estado hay vida. Seguramente una vida salvaje y libre donde no llega la influencia de nuestro gobernador. Se que os parece ciencia ficción porque el Estado destruyó cualquier prueba o documento que lo demuestre. Libros quemados, formatos de vídeo destruidos, fotografías desaparecidas... Pero yo creo, y lo digo con mi mano izquierda en el corazón, que es factible. Hoy os quiero proponer que intentemos volver al pasado, que volvamos a la libertad de nuestro país durante tantas generaciones oprimido. ¡Y os propongo que lo hagamos hoy mismo!
Después de este discurso la sala estalló en una euforia incontrolada. Los gritos de seis personas parecían la fiesta de un centenar. Los seis habíamos decidido cambiar las cosas de una vez por todas.
Salimos de allí decididos. El gobernador era una persona, y nosotros éramos seis. Todos los guardias y policías, así como toda la gente de la ciudad, eran simples marionetas en sus manos. Sin titiritero los títeres no se moverían. Las personas que eran mas cercanas al gobernador eran las que estaban mas anuladas mentalmente. Estaban dispuestas a dar sus vidas por el gobernador, pero sí, y solo sí, el gobernador se lo ordenaba. Sino era así ya podía estar muriéndose delante de sus propios ojos que no harían nada para salvarle. No tenían autoconsciencia, o bien la tenían totalmente dominada por las píldoras del Estado, por ello era conocida como la droga gobernante. Tenía serias sospechas, que con el tiempo se me habían confirmado, de que las dosis de las personas que trabajaban en contacto directo con el gobernador eran dobles para asegurarse de que no actuaran sin permiso ni para ir al lavabo.
Nuestras armas eran bates de baseball, cuchillos, y, incluso, una guitarra eléctrica. La llevaba el Gerard. Cuando estaba contento nos abordaban acordes salvajes que nos llenaban de energía y nos preparaban para la lucha. Sin embargo cuando estaba triste, Gerard nos dedicaba unas melancólicas notas que sonaban como lágrimas chocando contra el suelo. Siempre la llevaba consigo. Siempre recordaré el día en que descubrí porque. No era para poder hacer música en cualquier momento. Gerard había sido de los primeros en actuar en contra del gobernador. Una vez lo vi asaltando el tren que lleva los alimentos a la ciudad. Después repartió el botín entre la gente que el gobernador deja morir a las afueras de la ciudad debido a su inutilidad en su sistema productivo. Si, es así, si alguien tiene un accidente que le deja incapacitado para realizar su tarea productiva se le abandona a las afueras de las ciudades por órdenes directas del gobernador. Una vez allí se le suministra la dosis diaria de droga gobernante para que se muera sin cuestionarse una manera de vivir. Esta maldita píldora elimina incluso los instintos mas básicos de las personas. Bueno, como os contaba, Gerard había estado asaltando los trenes de los alimentos para repartir la comida entre los exiliados, y la vez que lo vi, fue cuando comprendí porque siempre llevaba la guitarra con él. Su guitarra era una contundente herramienta rompecabezas. Literalmente. Cada vez que asestaba un golpe a los guardias que vigilaban el tren dejaba escapar un dulce acorde que, mezclado con los gritos de dolor de los derribados con cráneos fracturados, creaban una música angelical. Para los vigilantes del vehículo sin embargo, debía sonar como el tambor infernal que anunciaba su muerte. Era digno de ver la rabia con la que se desahogaba Gerard con sus oponentes, los convertía en residuos humanos inidentificables, todo, a golpes de guitarra. Es una pena que ya no esté entre nosotros...
Si os interesa saber como continúa el relato os paso un enlace del libro al que pertenece. Un libro de relatos cortos en el que he participado. Yo puedo conseguir ejemplares en papel por 7 Euros, que en la tienda se supone que valdrá 12.
El enlace:
http://www.todoebook.com/10-RELATOS-10-AUTORES-VVAA-KIT-BOOK-ebook-9788492808281.html
- Todo el Estado vive amenazado. Un ser indefinido es su líder. Desde su palacio nos dicta las leyes, nos obliga a trabajar catorce horas diarias en pro de su enriquecimiento personal. Después obliga a todos los miembros de nuestra sociedad a tomarse la dosis diaria, para así, conseguir que no pensemos y controlarnos. – Pregonaba yo mi discurso desde lo alto de un improvisado escenario formado por un par de mesas de comedor.- Se que todos los que estáis aquí – eran cinco personas y yo. – os habéis dado cuenta de que la píldora que nos daban después de cada jornada era lo que os mantenía sumisos. Supongo que, como yo, habéis estado vomitando al llegar a casa para expulsar todos los ácidos que la componen antes de que vuestro estómago los filtrara hacia vuestra sangre. Por ello os felicito. Os felicito, a vosotros y a vuestros padres que os lo enseñaron desde pequeños. Os felicito porque, al contrario que el resto de ciudadanos del país, os habéis dado cuenta de que no vivimos en un Estado de auténtica felicidad. La gente lo cree porque las píldoras nos lo hacen creer. Pero no es así. El jefe supremo del Estado nos obliga comprar. Nos esclaviza y después nos da una paga que nos obliga a gastar en cosas que no necesitamos. Ésta es su manera de mantener la economía del país activa, generando una gran cantidad de beneficios que se lleva al bolsillo mientras nosotros trabajamos jornadas inhumanas y sufrimos. Ha destruido toda la cultura ajena al propio Estado, la única música permitida es el himno del Estado, todos los canales de televisión son su propaganda. El Estado, el Estado, el Estado. ¿Hasta cuando vamos a permitir que sus abusos continúen?
Los gritos y vítores de los asistentes a esa reunión me animaban a continuar con el discurso, realmente me hacían sentir un líder.
- ¿Dónde está la libertad? Esto no ha podido ser siempre así. Seguro que antes de la llegada del actual gobernador existía un mundo en el que la gente hacía lo que quería. Compraba si quería y se drogaba si quería. Existen pruebas de que antes la gente podía salir de las fronteras del Estado, ahí donde todo está envuelto por el misterio. Porque, a pesar de que ahora nos parece imposible, mas allá del Estado hay vida. Seguramente una vida salvaje y libre donde no llega la influencia de nuestro gobernador. Se que os parece ciencia ficción porque el Estado destruyó cualquier prueba o documento que lo demuestre. Libros quemados, formatos de vídeo destruidos, fotografías desaparecidas... Pero yo creo, y lo digo con mi mano izquierda en el corazón, que es factible. Hoy os quiero proponer que intentemos volver al pasado, que volvamos a la libertad de nuestro país durante tantas generaciones oprimido. ¡Y os propongo que lo hagamos hoy mismo!
Después de este discurso la sala estalló en una euforia incontrolada. Los gritos de seis personas parecían la fiesta de un centenar. Los seis habíamos decidido cambiar las cosas de una vez por todas.
Salimos de allí decididos. El gobernador era una persona, y nosotros éramos seis. Todos los guardias y policías, así como toda la gente de la ciudad, eran simples marionetas en sus manos. Sin titiritero los títeres no se moverían. Las personas que eran mas cercanas al gobernador eran las que estaban mas anuladas mentalmente. Estaban dispuestas a dar sus vidas por el gobernador, pero sí, y solo sí, el gobernador se lo ordenaba. Sino era así ya podía estar muriéndose delante de sus propios ojos que no harían nada para salvarle. No tenían autoconsciencia, o bien la tenían totalmente dominada por las píldoras del Estado, por ello era conocida como la droga gobernante. Tenía serias sospechas, que con el tiempo se me habían confirmado, de que las dosis de las personas que trabajaban en contacto directo con el gobernador eran dobles para asegurarse de que no actuaran sin permiso ni para ir al lavabo.
Nuestras armas eran bates de baseball, cuchillos, y, incluso, una guitarra eléctrica. La llevaba el Gerard. Cuando estaba contento nos abordaban acordes salvajes que nos llenaban de energía y nos preparaban para la lucha. Sin embargo cuando estaba triste, Gerard nos dedicaba unas melancólicas notas que sonaban como lágrimas chocando contra el suelo. Siempre la llevaba consigo. Siempre recordaré el día en que descubrí porque. No era para poder hacer música en cualquier momento. Gerard había sido de los primeros en actuar en contra del gobernador. Una vez lo vi asaltando el tren que lleva los alimentos a la ciudad. Después repartió el botín entre la gente que el gobernador deja morir a las afueras de la ciudad debido a su inutilidad en su sistema productivo. Si, es así, si alguien tiene un accidente que le deja incapacitado para realizar su tarea productiva se le abandona a las afueras de las ciudades por órdenes directas del gobernador. Una vez allí se le suministra la dosis diaria de droga gobernante para que se muera sin cuestionarse una manera de vivir. Esta maldita píldora elimina incluso los instintos mas básicos de las personas. Bueno, como os contaba, Gerard había estado asaltando los trenes de los alimentos para repartir la comida entre los exiliados, y la vez que lo vi, fue cuando comprendí porque siempre llevaba la guitarra con él. Su guitarra era una contundente herramienta rompecabezas. Literalmente. Cada vez que asestaba un golpe a los guardias que vigilaban el tren dejaba escapar un dulce acorde que, mezclado con los gritos de dolor de los derribados con cráneos fracturados, creaban una música angelical. Para los vigilantes del vehículo sin embargo, debía sonar como el tambor infernal que anunciaba su muerte. Era digno de ver la rabia con la que se desahogaba Gerard con sus oponentes, los convertía en residuos humanos inidentificables, todo, a golpes de guitarra. Es una pena que ya no esté entre nosotros...
Si os interesa saber como continúa el relato os paso un enlace del libro al que pertenece. Un libro de relatos cortos en el que he participado. Yo puedo conseguir ejemplares en papel por 7 Euros, que en la tienda se supone que valdrá 12.
El enlace:
http://www.todoebook.com/10-RELATOS-10-AUTORES-VVAA-KIT-BOOK-ebook-9788492808281.html