martes, 8 de noviembre de 2011

PARAÍSO EN LLAMAS



  Hoy, sin saber como, me he despertado en el paraíso.  Abro los ojos y todo son colores luminosos, placeres intensos, disfrute extremo. Me levanto y me dirijo a un árbol abundante de jugosos melocotones. Saboreo el jugo de su interior mientras sus ramas me abrazan y me dan calor y afecto. Y de camino al siguiente placer esparzo gasolina por todo el lugar.
  Me entrego al calor de las enredaderas que me sirven en bandeja manzanas rojas, mientras me fundo en su abrazo que me otorga todo el cariño y el amor que necesito. Mi cuerpo y mi mente se sienten totalmente relajados en el interior de esta espiral de sensaciones orgásmicas. Y entre el licor de los dioses que me provoca la mas sensacional embriaguez, el pan de las serenas tardes que me causa un sobrio bienestar casi extasiante y las lágrimas de tristeza de tiempos pasados que alivian la carga de los años, voy dejando montoncitos de pólvora unidos por una mecha.
  Jamás saldría del paraíso si pudiera, pero la realidad está allí fuera, y a veces es necesario salir. Será un periodo limitado, pero tal vez demasiado largo. Solo el tiempo lo dirá.
  Así que me levanto del paradisíaco lecho rodeado de abrazos y derribo, sin darme cuenta, otro bidón de gasolina. Abro la puerta de salida y enciendo mi último cigarrillo en el edén. El humo sabe mejor aquí dentro. Saboreo con nostalgia las últimas caladas. Cargo con la mochila a mis espaldas, dejo caer la colilla y cierro la puerta del paraíso detrás de mi, sin ver donde cae la colilla que lanzo, todavía encendida.
  La vida real, la vida fuera del edén, es dura, es jodida, pero se sobrevive. Recuerdos del tiempo de felicidad extrema en el interior del mas puro placer me dan aliento. La esperanza de poder volver a ello me da alegría, el recuerdo de lo vivido se presenta en mi mente por fragmentos. Son mis fragmentos personales del edén. Cuanto mas se acerca la fecha del regreso, mas dura se hace la espera debido al incremento de mi impaciencia. Pero finalmente llega, todo llega algún día.
  Abro pálpito de emoción la puerta de mi edén personal. Todo parece estar igual a primera vista, todo tiene el mismo aspecto, o aproximado, la puerta se abre con la misma llave, pero algo falla. Huele a humo, huele a ceniza, huele a quemado. Y el paraíso no me acoge cono lo hacía. En lugar de ello me empuja hacia fuera, me rechaza, me desprecia. Comprendo que el paraíso ha ardido en mi ausencia, ha sido totalmente destruido, entiendo, por mi inconsciencia, y se ha vuelto a reconstruir en mi ausencia. Ahora soy un punto negro en el edén. Un elemento que agita la tierra e incomoda a los árboles. Las enredaderas ya no me dan afecto, sino que me empujan con rencor, me esquivan. Los frutos causantes de sensaciones orgásmicas se esconden y no quieren ser atrapados. Dejé el paraíso en llamas y tuvo que apagarlas por si solo, sin mi ayuda, y tuvo que aprender a reconstruirse, y no le fue mal en mi ausencia, aprendió a vivir una vida si mi y ahora no concibe mi reentrada. Ahora no me quiere ya mas en su interior.
  Triste y en soledad, no me queda otra que abandonar lo que fue mi edén. Me acerco a la salida, dejo caer una lágrima en su interior antes de partir y cierro la puerta a mis espaldas. Ahora solo queda dolor. 

6 comentarios:

  1. Vamos, como la vida misma, el ser humano es (auto)destructivo.

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  2. Lo que destruimos no se repone tan fácilmente. Y no lo vamos a volver a ver como lo queremos. Abrazo!

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  3. La inconsciencia nos juega malas pasadas.
    Abrazos.

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  4. Tras un mes en la inopia tecnológica, vuelvo a disfrutar de la lectura de tu blog... y oye, pues estoy contento joder.

    Mu buenas.

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  5. El paraiso puede resultar un tanto narcotico y paralizante, si , puede resultar extraño,pero hasta el placer puede llegar a ser tedioso, en realidad la perdida es inevitable, es preferible la melancolia al aburrimiento de lo sublime.
    interesante blog, voy a ser tu seguidor 100 ¡¡
    un saludo

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  6. Hola! Muy buena entrada. Coincido plenamente con Pedro: La inconsciencia nos juega malas pasadas. Muchas veces no hace falta irse a roma ni a parís para sentirse en el paraíso, esa es mi opinión por lo menos... Saludos!

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