Sentado en uno de los escalones de las “Ghats” a la orilla
del Ganges viendo amanecer, solo los barqueros ocupan el paseo. Se siente como,
poco a poco, el caudal de personas aumenta. Cuanto mas arriba está el sol, mas
gente inunda el paseo. Los pastores llegan con sus bueyes para lavarlos en el
río, hombres machacan ropas contra las piedras con el propósito de limpiarlas,
dos perros sarnosos se pelean por una perra y las vacas, esto es India, las
vacas campan a sus anchas. Un hindú con los dientes mellados me intenta vender
unos collares mientras un cadáver arde unos metros mas adelante. Alrededor de
la hoguera se juntan los familiares, con expresión algo triste, y algún turista
curioso al que algún otro habitante local intenta vender hachís. Mientras, a no
muchos metros, los niños de la ciudad preparan sus cometas y sus bates de
cricket para iniciar una nueva jornada de juego. Mientras, grupos de jóvenes y
ancianos se dan un baño en las sucias aguas del río para purificarse, y un anciano
está tumbado, durmiendo en el último escalón de las “Ghats” esperando a que
llegue su muerte, por fin, cerca de “la madre Ganges”, como ellos lo llaman, y
terminar así con el suplicio de la reencarnación. Así son las orillas del río
Ganges, un lugar con tanta actividad que es difícil de describir, un lugar
donde la vida y la muerte convergen en un mismo espacio.
*Ghats: Denominación hindú para las grandes escaleras que llegan hasta la orilla del río utilizadas como lugar para bañarse.