lunes, 16 de enero de 2012

ENCUENTROS EN LA TERCERA BARRA


Doy un sorbo, lo más pequeño que puedo. El contenido de mi cartera escasea y quiero prolongar esta situación el mayor tiempo posible. Son las tres de la madrugada de un sábado cualquiera y yo estoy solo en un bar, bebiendo whiskey para sedar mi corazón. No quiero enfrentarme a la soledad de mi cama de dos por dos. Demasiada cama para un hombre solo.
  Doy otro trago, y mientras bebo, veo a través del cristal una femenina silueta que se acerca y se sienta en la mesa de al lado. Sola. Decido levantarme y dirigirme hacia ella con el vaso en la mano. Lo apoyo en su mesa y me siento.
-          Hola – le digo.
-          Hola – me contesta con una voz cansada desde el otro lado de la mesa.
  Dejamos pasar un rato en silencio, sin beber, sin movernos. Simplemente impregnándonos del rock ochenteno que suena en el local. A parte de eso, solo se escuchan los sonidos que salen de los dos borrachos que descansan sus cabezas sobre la barra, y un lavavajillas que suena a lo lejos, activado por el camarero. Un neón rosa parpadeante da un efecto surrealista a la escena.
            -  ¿Qué quieres? – me dice ella tras no se cuantos minutos.
            -   Ligar contigo, o como se le llame hoy en día a follar.
            -   Curiosa manera de pedirlo.
  Vuelven  a pasar unos instantes en silencio, hasta que le digo:
-          Verás… - titubeo unos segundos - …no es que haya sentido mariposas en el estómago cuando te he visto, ni tan si quiera que me parezcas guapa… Tampoco tengo grandes virtudes de las que alardear delante de una dama…Yo sólo soy un borracho necesitado de amor y cariño, y al verte sola a estas horas he pensado que tal vez tu necesitaras lo mismo.
-          También necesito un whiskey, ¿Podrías invitarme?
  Se vuelve a hacer el silencio, y miro mi copa medio vacía, la rodeo con mis dedos y se la acerco.
-          Tampoco me queda un céntimo, pero podemos compartir lo que queda de ésta copa.
  Rodea la copa con su mano, le da un trago y me dice:
-          Verás… tu tampoco eres gran cosa, pero al menos eres sincero, además, pareces ser el único hombre de por aquí que todavía se tiene en pie… - da otro trago –…por lo que podemos acabar esta copa, y después ir a mi casa.
  Y así fue como conocí a la mujer de mi vida.

5 comentarios: