Cuando cae la tarde en Bangkok, Rajchasak ya se encuentra en
el concurrido puente pidiendo limosna. Es fácil ver al resto de ciudadanos
tailandeses, ya estén de compras en los centros comerciales de la zona, o de
camino al trabajo, soltarle unas monedas en el vaso. Parece ser una sociedad
bastante más generosa con los desfavorecidos que la nuestra. Tal vez sea por la
vieja creencia en el budismo de que el acto de pedir es digno, incluso noble.
Aún así, Rajchasak a
veces necesita llamar un poco la atención. Cuando pasa un rato sin que nadie le
suelte una moneda, arrodillado, agacha su cuerpo y coge con la boca el vaso de
cartón con el que pide limosna. Las mangas vacías de su camiseta se tambalean
al sacudir la cabeza para hacer ruido con las monedas. Parece que nada puede
interrumpir su tarea. Nada, hasta que empieza el combate.
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Cuando se acaba el
espectáculo, se apaga la euforia. Rajchasak vuelve a su rincón, oculta sus
brazos en el interior de su camiseta, se arrodilla, sujeta el vaso de cartón
con la boca y lo sacude con la mirada clavada en los transeúntes. Tal vez ésta
no sea la idea tradicional del noble pedir que tenían antaño los budistas, pero
al parecer le funciona.
Cada uno se gana el pan como sabe...
ResponderEliminarBona historia ;)
Me suena a que has estado de viaje por Oriente. El relato tiene buen ritmo y es interesante.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Tengo un amiguete ahora por el sudeste asiático precisamente (Saigon) y no para de repetirnos que tenemos que ir...
ResponderEliminarSaludos
Lo reitero, tagkiller.
ResponderEliminarTienes un regalito en mi blog...
ResponderEliminarDew